De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (Hábitat II, 2000) una ciudad inclusiva “es el lugar donde cualquiera, independientemente de la situación económica, del sexo, de la edad, de la raza o de la religión, puede permitirse participar productiva y positivamente en las oportunidades que la ciudad tiene para ofrecer”.
La anterior definición nos hace remitirnos a dos conceptos no siempre compatibles, como lo son el de la ciudad productiva y el mismo de la ciudad inclusiva y a un tercero que es el de la exclusión, ya que esta última se tiene que determinar en sus referentes relativos a los beneficios e intereses en que va a impactar. Otros conceptos que se vinculan directamente a los anteriores son los de pobreza y desigualdad.
En este caso, la inclusión no puede ni se debe reducir a la integración de asentamientos humanos irregulares y actividades informales del mercado, de la casa, de los suelos y del trabajo. Resulta necesario, entonces, que en las políticas públicas de los gobiernos locales, que son los más cercanos a la exclusión, las tomas de decisiones sean inclusivas, es decir, que consideren la gobernabilidad y la planificación estratégica.
Debemos recordar que la exclusión como fenómeno social, junto con la fragmentación de la sociedad y del espacio urbano, son las respuestas de sectores de la población ante la incapacidad o la imposibilidad de los gobiernos de saber administrar adecuadamente tanto el crecimiento de la ciudad como su misma evolución o transformación. Ejemplo de lo anterior son los asentamientos irregulares, así como el servicio privado del acopio de la basura.
De acuerdo a Marcelo Balbo la exclusión puede presentar tres dimensiones: la primera se refiere a la población excluida de los bienes y servicios urbanos básicos como la vivienda, el drenaje, el agua, el servicio de transportación urbana; la segunda se refiere a la dificultad cada vez mayor de contar con un empleo fijo o cuando menos estable, digno y pagado adecuada y regularmente; y, la tercera es la exclusión de la representación política y en la toma de decisiones en las políticas públicas por parte de quienes van a ser beneficiarios de las mismas. En este último caso los grupos excluidos ni tan siquiera aparecen como parte de la sociedad urbana y no pueden tener pretensiones de formar parte de la ciudad, entendida como una exclusión política, ni ser considerados como ciudadanos de manera cabal
Elementos importantes que dificultan la inclusividad son la carencia de un sentido de pertenencia a la ciudad, pues se carece del conocimiento de su historia, de su evolución, de la demanda y oferta cultural, entre otros aspectos, pero también la falta de cohesión social y un déficit de ciudadanía.
Por el contrario, elementos que favorecen la inclusividad son la construcción de un real y auténtico proyecto de ciudad, que considere modalidades redefinidas en la selección de los representantes de los cuerpos colegiados donde debe existir la representación de grupos sociales como, en nuestro caso, es el Consejo de Desarrollo Municipal y varios que ya existen. Otro aspecto favorable a la inclusión es la gobernabilidad urbana referida a la ciudad como sujeto social y político en su totalidad, lo que hace que cuando se construye un proyecto de ciudad implícitamente se genera una organización y sistematización de los diferentes intereses grupales, existen planteamientos enfrentados de grupos sociales e, incluso, se produce una movilización en la ciudad para que sus propuestas queden incluidas.
En cuanto al aspecto económico no se trata únicamente de establecer condiciones favorables para la productividad, sino que se deben recomponer los intereses de individuos y grupos hacia una nueva identidad urbana colectiva, a un nuevo sentido de pertenencia y a un nuevo concepto del territorio que se gobierna.
Podemos afirmar, entonces, que la ciudad inclusiva lucha contra la pobreza y en favor de la integración o inclusión de todos quienes la habitan, así como contra la exclusión, la desigualdad. Para lo anterior se requiere una voluntad de cambio social y político.
En suma, “si es verdad que quién vive en los barrios irregulares o trabaja en el sector informal contribuye en medida sustancial a hacer funcionar la ciudad, es tiempo de que la ciudad contribuya también sustancialmente a mejorar las condiciones de esta población, reconociendo su derecho a la ciudad y a la ciudadanía:”
¿Xalapa cuenta con un proyecto de ciudad inclusiva? La respuesta no está en el aire (como dijera Bob Dylan) está en el Plan Municipal de Desarrollo.
La anterior definición nos hace remitirnos a dos conceptos no siempre compatibles, como lo son el de la ciudad productiva y el mismo de la ciudad inclusiva y a un tercero que es el de la exclusión, ya que esta última se tiene que determinar en sus referentes relativos a los beneficios e intereses en que va a impactar. Otros conceptos que se vinculan directamente a los anteriores son los de pobreza y desigualdad.
En este caso, la inclusión no puede ni se debe reducir a la integración de asentamientos humanos irregulares y actividades informales del mercado, de la casa, de los suelos y del trabajo. Resulta necesario, entonces, que en las políticas públicas de los gobiernos locales, que son los más cercanos a la exclusión, las tomas de decisiones sean inclusivas, es decir, que consideren la gobernabilidad y la planificación estratégica.
Debemos recordar que la exclusión como fenómeno social, junto con la fragmentación de la sociedad y del espacio urbano, son las respuestas de sectores de la población ante la incapacidad o la imposibilidad de los gobiernos de saber administrar adecuadamente tanto el crecimiento de la ciudad como su misma evolución o transformación. Ejemplo de lo anterior son los asentamientos irregulares, así como el servicio privado del acopio de la basura.
De acuerdo a Marcelo Balbo la exclusión puede presentar tres dimensiones: la primera se refiere a la población excluida de los bienes y servicios urbanos básicos como la vivienda, el drenaje, el agua, el servicio de transportación urbana; la segunda se refiere a la dificultad cada vez mayor de contar con un empleo fijo o cuando menos estable, digno y pagado adecuada y regularmente; y, la tercera es la exclusión de la representación política y en la toma de decisiones en las políticas públicas por parte de quienes van a ser beneficiarios de las mismas. En este último caso los grupos excluidos ni tan siquiera aparecen como parte de la sociedad urbana y no pueden tener pretensiones de formar parte de la ciudad, entendida como una exclusión política, ni ser considerados como ciudadanos de manera cabal
Elementos importantes que dificultan la inclusividad son la carencia de un sentido de pertenencia a la ciudad, pues se carece del conocimiento de su historia, de su evolución, de la demanda y oferta cultural, entre otros aspectos, pero también la falta de cohesión social y un déficit de ciudadanía.
Por el contrario, elementos que favorecen la inclusividad son la construcción de un real y auténtico proyecto de ciudad, que considere modalidades redefinidas en la selección de los representantes de los cuerpos colegiados donde debe existir la representación de grupos sociales como, en nuestro caso, es el Consejo de Desarrollo Municipal y varios que ya existen. Otro aspecto favorable a la inclusión es la gobernabilidad urbana referida a la ciudad como sujeto social y político en su totalidad, lo que hace que cuando se construye un proyecto de ciudad implícitamente se genera una organización y sistematización de los diferentes intereses grupales, existen planteamientos enfrentados de grupos sociales e, incluso, se produce una movilización en la ciudad para que sus propuestas queden incluidas.
En cuanto al aspecto económico no se trata únicamente de establecer condiciones favorables para la productividad, sino que se deben recomponer los intereses de individuos y grupos hacia una nueva identidad urbana colectiva, a un nuevo sentido de pertenencia y a un nuevo concepto del territorio que se gobierna.
Podemos afirmar, entonces, que la ciudad inclusiva lucha contra la pobreza y en favor de la integración o inclusión de todos quienes la habitan, así como contra la exclusión, la desigualdad. Para lo anterior se requiere una voluntad de cambio social y político.
En suma, “si es verdad que quién vive en los barrios irregulares o trabaja en el sector informal contribuye en medida sustancial a hacer funcionar la ciudad, es tiempo de que la ciudad contribuya también sustancialmente a mejorar las condiciones de esta población, reconociendo su derecho a la ciudad y a la ciudadanía:”
¿Xalapa cuenta con un proyecto de ciudad inclusiva? La respuesta no está en el aire (como dijera Bob Dylan) está en el Plan Municipal de Desarrollo.
0 comentarios:
Publicar un comentario