jueves, 24 de mayo de 2007

XALAPA: IDENTIDAD Y DIVERSIDAD CULTURAL

Como todo espacio cultural, Xalapa es una y varias. En Xalapa cada individuo, cada grupo, sector o comunidad que la habita tiene una manera de pensar, representar o imaginar a la capital de la entidad. Esta ciudad es muchas y diversas. Cada quien construye mentalmente la Xalapa que vive, la Xalapa que necesita, y la Xalapa que le gustaría que fuera. A veces coinciden, en otras no.

En esas diferentes ciudades construidas que cada persona o grupo se imagina, hay similitudes y diferencias pues el proceso en el cual construimos “nuestra Xalapa” es resultado de las satisfacciones, los problemas, situaciones, dinámicas y anhelos de cada habitante de esta ciudad; también es producto de la información diferenciada que en torno a la ciudad cada quién recibe y somete a otro proceso; es consecuencia de diferentes presiones de tipo social, económico y político.

Cada individuo o grupo xalapeño posee elementos culturales similares y diferentes, de acuerdo a su sector, a sus colonias, a sus gremios, a sus barrios, su religión, su ideología, que coadyuvan a que construya “su Xalapa”. Todos esos elementos culturales (tangibles e intangibles) sirven como mediadores entre individuos y grupos con la ciudad, para que cada uno de ellos construya su propia imagen de ella.

Lo anterior significa que de acuerdo a la identidad de cada individuo tendremos tantas Xalapas como nos las podamos imaginar, pues esta ciudad capital es producto de la identidad individual ya mencionada, que transformada en identidad colectiva produce una diversidad con las que nos encontramos en el Centro Histórico, en cada espacio de concentración comercial, en cada barrio, en cada colonia, en todo Xalapa.

De esta manera, la identidad individual y colectiva y la consecuente diversidad que de ella se deriva nos obligan a observar y si queremos escudriñar una Xalapa integrada por ricos y pobres, a gente que trabaja y personas que mendigan una ayuda o apoyo para conseguir trabajo, jóvenes que deambulan buscando un empleo, adolescentes que vagan por los centros comerciales en busca del amigo o de “una onda”, mujeres que lucen ropa a la última moda y mujeres en cuya cara se expresa la angustia por llegar al final de la quincena con los recursos suficientes para la subsistencia.

También, a Xalapa la integran los que cada viernes acuden al Teatro del Estado a escuchar en sus temporadas a nuestra Orquesta Sinfónica, algunos por años en su misma butaca, a los que acuden a las inauguraciones de las exposiciones en las galerías, los asiduos a El Ágora de la Ciudad, los que leen los pocos suplementos culturales que se publican, etc.

Xalapa no es una, Xalapa no es la que ven y viven quienes creen y piensan en una identidad cultural única, indivisible y llena de satisfactores. Xalapa posee tantas identidades como grupos sociales la integran y de igual manera que otros o que todos los espacios urbanos, es asiento de una diversidad cultural que debemos saber observar, analizar, valorar y apreciar en todas sus dimensiones, para no menospreciar ninguna, aunque nos parezcan raras, despreciables o talmente opuestas a la que nosotros poseemos o hacemos nuestra, pues su valor es idéntico a la que asumimos.

Vale la pena recordar que la cultura “debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, la manera de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”, esta definición que hacemos nuestra, se adoptó en la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (México, 1982), en la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo (1995) y en la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (Estocolmo 1998).

Los xalapeños, así como algunas autoridades que ostentan y presumen cierto concepto de “cultura” deben leer y analizar lo citado anteriormente, de tal manera que amplíen su visión de lo que es planear, implementar y evaluar políticas culturales, y no quedarse con nociones que nada tienen que ver con la cultura en el presente siglo y no confundirla en cualquiera de sus sentidos (amplio, restringido, antropológico, social, político, etc.) con las llamadas “bellas artes”.

Por otra parte, también vale la pena recordar que “la cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambios, innovación y de creatividad, la diversidad cultural es para el género humano tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras”.

La anterior definición es la trascripción del artículo 1º de la Declaración Universal de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (UNESCO) sobre la diversidad cultural, adoptada el 2 de noviembre de 2001 durante la XXXI reunión de la Conferencia General de la UNESCO, pocos días después de los hechos del 11 de septiembre del mismo año. Para que esta declaración entre en vigencia se requieren treinta votos de los Estados miembros. Afortunadamente el Senado del Congreso de la Unión de México ratificó tal declaración hace tres semanas.

Dentro de este marco tenemos que la identidad es un proceso de construcción simbólica de identificación-diferenciación que se realiza en relación con un marco referencial que comprende diversos aspectos: territorio, sexo, edad, clase, religión, convicciones, aficiones. Hablamos de un proceso identificador que lleva a los grupos o colectividades a generar distinciones, inclusiones, exclusiones, jerarquías y reglas no escritas de relaciones de poder.

De esta manera, nos vemos obligados a pensar que la identidad colectiva se da en un espacio también colectivo que en este caso lo ubicamos en una ciudad: la nuestra, implicando una diferenciación o distinción en cada grupo social en cuanto a uno o varios referentes: barrios, diversidad sexual, edad, niveles económicos, perfil académico, gustos, filiaciones políticas, moda, etc.

Esto nos lleva a hablar de un mosaico de identidades y diversidades culturales que se presentan en esta ciudad en el actual inicio del siglo XXI y que de una manera u otra derrumban el tradicional concepto de identidad cultural xalapeña, como única identidad que poseía Xalapa, tanto en el imaginario de sus mismos habitantes, como en los individuos que desde fuera la visitan, la admiran, o llegan a vivir en ella.

Xalapa no posee una sola identidad y si es asiento de una diversidad cultural de acuerdo a los nuevos paradigmas y categorías que hoy son insoslayables. Esto de ninguna manera quiere decir que pierda su imagen de ciudad culta, pues la cultura es una de las características que la identifican y que la hacen diferente a las demás, ya que en ella se generan actividades artísticas y los eventos culturales más notables de la entidad y del sureste del país.

En este contexto, el nuevo debate cultural en Xalapa debe rebasar la discusión bizantina de que si la ciudad conserva su categoría de “ciudad culta” o no, o que si continúa siendo la “Atenas veracruzana” o este calificativo le viene grande y está en desuso. El nuevo debate cultural en Xalapa debe girar en torno a sus identidades y diversidades culturales: ¿cómo reconocerlos?, ¿cómo atenderlos?, ¿cómo equilibrarlos? , etc.

Si en Xalapa existen varías identidades y una diversidad cultural amplia y digna de respeto ante cualquier grupo social y económico, lo cual constituye un reto y una responsabilidad, se deben identificar modelos de desarrollo cultural que funcionen localmente acordes a esas identidades y a la diversidad cultural de la que hablamos, de ello nos debemos preocupar, pues cada comunidad es libre de elegir sólo aquello que considere relevante y no necesariamente las políticas o prácticas culturales que se tratan de imponer y que solamente satisfacen gustos personales (la cultura del poder).

Al avanzar hacia el futuro en el campo de las políticas culturales, ciudadanos y autoridades debemos encontrar un equilibrio entre las realidades mundiales y las locales y diseñar estrategias que sean innovadoras y garanticen una dinámica cultural local para todos. He ahí el reto: una política cultural respetuosa de todas las identidades culturales, diversa, plural e incluyente de todos los sectores sociales.

0 comentarios: