domingo, 26 de noviembre de 2006

Xalapa, retos para una política cultural

Fue mediante decreto de 29 de noviembre de 1830 que Xalapa adquiere la categoría de ciudad, si bien para algunos historiadores este decreto entra en vigencia hasta el 12 de diciembre; sin embargo, Xalapa venía siendo de hecho la capital de la entidad desde 1824, rango que comparte en algunas etapas con Orizaba, Córdoba y Veracruz hasta que por decreto de 4 de junio de 1885 lo es permanentemente.

De este hecho se han ocupado eminentes historiadores, tanto locales como foráneos y se espera que el Ayuntamiento celebre dignamente esta fecha, que por lo regular pasa inadvertida, pero que si se conmemora dignamente coadyuvará a consolidar la identidad jalapeña, que a partir de los años 90 del siglo pasado empieza a evolucionar aceleradamente y a principios de este siglo casi es otra.

Xalapa, a 176 años de constituir formalmente una ciudad, ha evolucionado y hoy al continuar siendo la capital de Veracruz presenta características especiales, que por un lado representan ventajas y por otro desventajas.

En cuanto al ámbito cultural sigue siendo el eje en torno al cual giran o se derivan actividades en otras ciudades, lo que significa que continúa siendo el detonador en esta área de la entidad.

De la ciudad de Xalapa y su imaginario, identidad y diversidad culturales nos hemos ocupado en otras ocasiones. Hoy hablamos someramente de ocho retos de la cultura como política pública en Xalapa; por lo que establecemos cinco premisas que son válidas para cualquier ciudad, no únicamente la nuestra y que nos permiten esclarecer aspectos que se confunden y conducen a propuestas inconsistentes e inviables.

En primer lugar, no vamos a debatir, como ya lo hemos expresado en otras ocasiones, si Xalapa sigue siendo la Atenas Veracruzana o no, cuestión que en estos principios del actual siglo se encuentra superada. Tampoco vamos a confundir la cultura con las artes, sino que vamos a referirnos a la cultura en un sentido amplio, plural y democrático. No podemos ni debemos debatir viejos temas en el marco de nuevos contextos.

Para nosotros, la cultura como lo expresa la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura “debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, la manera de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Otro aspecto a considerar, es que debemos repensar el concepto ciudad, como ámbito cultural, escenario donde chocan diversas culturas, como espacio en permanente conflicto cultural, que ha evolucionado debido a la multiculturalidad y a la globalización entre otros factores y que ha dejado de considerar la simple oposición de lo urbano a lo rural, donde lo primero era sinónimo de modernidad; más tarde se tuvo el enfoque geográfico-espacial, que no atendía los procesos históricos y sociales; luego vino el criterio económico, que atendía la producción y el consumo masivo, dejando fuera el aspecto cultural. Después se consideraron como ejes conceptuales la interacción y el intercambio de mensajes de sus habitantes: su intensidad, dimensión y funcionalidad.

De todo lo anterior se llega a la propuesta de complementar la visión socioespacial con un enfoque sociocomunicacional. Se entiende así a la ciudad como un ámbito donde se desarrolla un sistema de mensajes, producto de las industrias de la comunicación: la ciudad como un ente cultural y comunicacional.

Por otra parte, se tienen que considerar las funciones de la cultura. De éstas nos hemos ocupado anteriormente, hoy nos referimos a tres fundamentales, que las autoridades no deben olvidar ni soslayar. En primer lugar la cultura es el factor a través del cual el hombre lee, entiende y actúa su vida, el entorno, su comunidad, el mundo todo. En segundo término, la cultura es el elemento primordial de la identidad del hombre, la que lo hace pertenecer a un grupo o ser excluído, que lo une o lo separa, que lo hace permanecer y ser feliz o transitar y buscar el bienestar, la libertad, un nuevo espacio. Hoy las identidades nacionales y locales se encuentran vinculadas a diferentes subsistemas culturales. En tercer lugar la cultura es el generador de un desarrollo igualitario, equitativo, sustentable y democrático. Sin cultura no hay desarrollo. Se da un simple progreso.

Otra premisa es que la cultura crea un imaginario, tanto individual como colectivo. Toda ciudad genera un imaginario diverso, amplio y plural, pero también contradictorio, a veces vinculado a tiempos pasados, cada grupo social posee el suyo, diferente, distante e incluso opuesto al de otros. Lo peor es que el ciudadano, cada grupo, las autoridades políticas y los operadores culturales de las autoridades, posean un imaginario diferente a la realidad, o lo que es peor contrario a ella y anclado a esquemas de épocas pretéritas. Lo anterior se traduce en programas y políticas culturales nada acertadas.

En el marco de las premisas anteriormente mencionadas se pueden vislumbrar diversos retos o desafíos de la política o políticas culturales que se desarrollan en Xalapa y también en otras ciudades de la entidad o del país, que se tienen que evaluar permanentemente de manera objetiva, con una visión clara y precisa de lo que se pretende, que no es más que se tenga un objetivo definido a corto, mediano y largo plazo, que además de estar expresado en planes o programas, guíe toda actividad.

El primer reto que se puede mencionar es, precisamente redefinir o repensar las políticas públicas culturales que se aplican en Xalapa, pues dos aspectos las caracterizan, entre otros: la incidencia de instituciones que en ella desarrollan sus acciones y que únicamente atienden a ciertos sectores que se ubican en el centro de la ciudad, de todas estas actividades poco reciben las colonias marginadas, si bien el Ayuntamiento ha iniciado programas dirigidos a ellas. El resultado de lo anterior es un elitismo cultural. Otra característica es que en algunos programas culturales, que no todos, se percibe o permea una mezcla que se antoja producto de todo lo que se tiene a la mano y no de líneas o vertientes que atiendan la diversidad cultural.

Otro aspecto a resolver es la delimitación clara y precisa de lo que corresponde a cada dependencia cuyas acciones recaen en Xalapa. ¿Qué le corresponde a la Universidad Veracruzana?, ¿con qué programas debe trabajar en Xalapa el Ivec?, ¿qué área o ámbito debe atender al Ayuntamiento?

También se debe cuidar que los proyectos establecidos en planes de desarrollo u otros documentos se cumplan, pues si hacemos una revisión de éstos y de los informes anuales o de otra índole se puede concluir que de lo planeado no se cumplió cabalmente lo estipulado, aunque si se haya trabajado. Lo anterior significa cambios de programación, ya sea por carencia de presupuesto o adopción de nuevos criterios.

Las políticas culturales conllevan también el reto de estar vinculadas con otras vocaciones de la ciudad y de la región, para coadyuvar a la detonación del desarrollo, es decir las políticas culturales locales debe vincularse a la vocación turística, de entretenimiento y ciudadana de la localidad.

Por otra parte, las políticas culturales locales no pueden pensarse sin considerar la globalización y la multiculturalidad, que incluyen desde las industrias culturales hasta la cultura alternativa, lo que implica, aunque parezca extraño para algunos, que deben atender la diversidad cultural de los grupos sociales de la ciudad, que resultan diferentes, plurales y a veces marginados, y que no únicamente son los que asisten al Teatro del Estado, al Centro Recreativo Xalapeño, etc., que cumplen perfectamente su función como espacios culturales, pero a los que no llegan ningún habitante de las colonias, porque no puede o no se atreve.

Así mismo, la política cultural local debe considerar y atender las propuestas de los grupos artísticos o de gestión alternativos que no son subversivos, antisociales o inmorales, simplemente representan otra propuesta, otra visión, otros conceptos, tan válidos como los nuestros, los de las autoridades u otros creadores y gestores.

No se debe perder de vista otro desafío que resume todo lo anterior y que es la consideración del acceso a la cultura como un derecho fundamental del hombre y de la colectividad, más allá de perspectivas históricas, sociológicas o antropológicas, las preferencias profesionales y de gustos personales. La cultura es un derecho del hombre y se debe cumplir en toda democracia, implica respeto y una oferta cultural consistente, porque es la mayor riqueza de toda sociedad, de toda colectividad, de toda ciudad.

Y, lo que es más importante, la política pública cultural debe ser precisamente eso: una política pública acorde con el siglo XXI y no un simple programa.

De las características de las políticas públicas mucho se ha escrito. De manera tradicional, ya superada, pero que subsiste las políticas culturales “son intervenciones, concientes, intencionadas, formales, racionales y estratégicas realizadas desde el Estado o desde la iniciativa privada para tratar de incidir sobre un determinado sistema cultural, apuntando a corregir sus fallas, compensar sus carencias o reforzar sus potencialidades”.

Pero, en el actual siglo XXI “el modo ideal, el mecanismo que será siempre más democrático y a la vez efectivo es el de diseñar políticas culturales a través de un diálogo con sus destinatarios, una investigación de la realidad y la adecuación a, por una parte, una visión compartida de futuro del país, la región, el municipio o la localidad y, por la otra, el sentido de la continuidad de las mejores experiencias institucionales en el contexto de una tradición y una situación cultural específica”.
Xalapa merece, como una demostración de que se desea conservar el principal elemento que la caracteriza e identifica, a 176 años de poseer la categoría de ciudad y próxima a cumplir el venidero 18 de diciembre 215 como Villa, una evaluación y redefinición de su política cultural. Mucho se ha realizado, mucho se ha logrado, lo reconocemos, pero también falta mucho por hacer. Xalapa lo amerita.

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