domingo, 28 de mayo de 2006

De Vasconcelos, libros y megabibliotecas

“No podría subsistir la escuela moderna sin el auxilio de una adecuada biblioteca. La amplitud de la cultura contemporánea hace del libro un instrumento cuya importancia no sospechó la antigüedad. En ninguna materia se podría hoy avanzar sin material impreso. Por encima de cambios y reformas de métodos, lo que distingue la escuela moderna de la antigua es el caudal libresco de que hoy se dispone. Y por mucho que en determinadas ocasiones el educador y el pensador abominen de los libros y añoren de la época del manuscrito que dejaba libre la mente, para trabajar a sus anchas, en realidad no se puede prescindir del libro sino temporalmente y después de haber anegado el alma en los conceptos de toda una biblioteca… Como base de enseñanza general y célula de la difusión de la cultura, no se concibe una comunidad sin biblioteca pública”.

Citamos el anterior párrafo de la obra De Robinson a Odiseo de José Vasconcelos, referido a la importancia de la vinculación entre libros, escuelas y bibliotecas, ante el debate suscitado en todos los medios de comunicación donde intelectuales y funcionarios han externado su opinión en torno a la inauguración de la Biblioteca Vasconcelos el pasado día 16, por el Presidente Vicente Fox y que rápidamente fue bautizada como la megabiblioteca y que según él es una “Catedral de la lectura”.
El debate, como ya es de todos conocido, comprende el costo del edificio, su ubicación, su posible duplicidad con la Biblioteca Nacional de la UNAM, la pobreza de acervos y raquíticas condiciones de cientos de bibliotecas en todo el país, la cantidad de libros con la que se inauguró, el tiempo que pasará para que adquiera realmente la categoría y funcione como centro de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y que, aunque inaugurada con todas las candilejas, parafernalia y desplegados encartados en la prensa nacional explicando sus objetivos y antecedentes, no empezará a funcionar sino hasta el próximo mes. También, en el debate se encuentra La Ballena, instalación colocada en el centro del edificio y cuyo autor es el artista plástico mexicano de mayor renombre en el mundo y mejor cotizado en este momento: Gabriel Orozco, de origen jalapeño.
Pero más allá del debate sobre los aspectos mencionados y otros, no se ha discutido ni reprobado el nombre que ostenta la biblioteca, el del Maestro José Vasconcelos, primer secretario de Educación Pública y por cuyo proyecto educativo pasó a la historia de México, independientemente de sus otros quehaceres: ensayista, filósofo, político y orador por los que fue criticado y cuestionado. No podemos dejar de mencionar tampoco que en sus últimos días fue denostado por sus ideas pro-nazis que nada tenían que ver con las progresistas que asumió cuando joven y siendo candidato a la presidencia de la República.
Con base en sus lecturas, su participación en el Ateneo de la Juventud, su intervención en la Revolución, su formación filosófica, su actuación como rector de la Universidad Nacional de México, sus observaciones e intercambio cultural en el extranjero, Vasconcelos fue concibiendo un proyecto educativo que concretiza cuando asume la titularidad de la nueva Secretaría de Educación Pública en el régimen de Álvaro Obregón, quien el 30 de junio de 1921 decreta la Reforma a la Constitución; el 25 de julio crea la Secretaría de Educación Pública y el 11 de octubre de ese mismo año , nombra secretario al Maestro, quien permanece en él hasta 1924.
Este proyecto educativo constituye la mayor de las aportaciones de Vasconcelos, si bien en ese momento despertó suspicacias y asombro y hoy podría parecer inadecuado, ingenuo e inoperante.
Durante una conferencia leída en el Continental Memorial Hall de Washington, Vasconcelos manifestó que “una verdadera educación no es completa si le falta el aliento que sólo puede engendrar un gran propósito, un alto ideal. La conquista de la libertad y del bienestar económico, de las comodidades físicas y aun del lujo no puede colmar la aspiración humana. El fin último de la vida es algo que trasciende y que supera a los más importantes propósitos sociales, y esto nos obliga a meditar en el objeto verdadero de la vida y lo que debemos hacer así que hayamos conquistado la riqueza y el poderío. Por esto, una y otra vez procuramos recordar a los niños mexicanos la existencia de un alto propósito al que todo debe sacrificarse, ya que no sólo se trata de que el hombre sea libre y que produzca riqueza y la consuma dichosamente, si no de que cada hombre contribuya a la superación de la vida misma en el universo”.
En 1938, a 17 años de iniciar su proyecto en 1921, el Maestro señala en su obra El Desastre (tercera parte de Ulises Criollo) “Yo ya tenía mi ley en la imaginación. La tenía en la cabeza desde mi destierro de Los Ángeles antes de que soñara volver a ser Ministro de Educación y mientras leía lo que en Rusia estaba haciendo Lunatcharsky. A él debo mi plan más que a ningún otro extraño. Pero creo que lo mío resultó más simple y más orgánico, simple en la estructura, vasto y complicadísimo en la realización que no dejó tema sin abarcar. Lo redacté en unas horas y lo corregí varias veces, pero el esquema completo se me apareció en un solo instante como en relámpago que descubre ya hecha toda una arquitectura.
“En resumen, estableció mi plan un Ministerio con atribuciones en todo el país y dividido para su funcionamiento en tres grandes Departamentos que abarcaban todos los institutos de cultura a saber: Escuelas, Bibliotecas y Bellas Artes. Bajo el rubro de Escuelas se comprende toda la enseñanza científica y técnica en sus diversas ramas, tanto teóricas como prácticas. La creación de un Departamento Especial de Bibliotecas era una necesidad permanente, por que vive el país sin servicios de lectura y sólo el Estado puede crearlos y mantenerlos como un complemento de la escuela, la escuela del adulto y también del joven que no puede inscribirse en la secundaria y la profesional. El Departamento de Bellas Artes tomó a su cargo, partiendo de la enseñanza del canto, el dibujo y la gimnasia en las escuelas, todos los institutos de cultura artística superior, tal como la antigua Academia de Bellas Artes, el Museo Nacional y los Conservatorios de Música. También desde la escuela primaria operaban juntos los tres departamentos, encargados cada uno de su función; las ciencias enseñadas por la escuela propiamente dicha, la gimnasia, el canto y el dibujo a cargo de especialistas y no del mismo maestro normal, y la Biblioteca al servicio de todos, en sus diversos departamentos: infantil, técnico, literario, etc.…
“Como departamentos auxiliares y provisionales establecí también el de Enseñanza Indígena, a cargo de maestros que imitarían la acción de los misioneros católicos de la colonia, entre los indios que todavía no conocen el idioma castellano y un Departamento de Desanalfabetización, que debía actuar en los lugares de población densa de habla castellana. De propósito insistí en que el Departamento Indígena no tenia otra finalidad que preparar al indio a las escuelas comunes, dándole primero nociones de idioma español, pues me proponía contrariar la práctica norteamericana y protestante que aborda el problema de la enseñanza indígena como algo especial y separado del resto de la población.”
El departamento de Bibliotecas contó con un programa que comprendía los siguientes niveles: ambulante, rural, escolar, urbana, técnica o especializada y pública. Vasconcelos dentro de este programa fundó en la ciudad de México la Biblioteca Cervantes pero no pudo construir un nuevo edificio para la Biblioteca Nacional fundada por Benito Juárez en 1861 de la que manifestó, en su estilo lleno de idealismo, que debería ser “el primer edificio público: el palacio del alma colectiva nacional, por encima de Casas de Gobierno y Capitolios. Morada de lo efímero son estos últimos, y la biblioteca es la casa perdurable, mansión del espíritu inmortal de una raza que sea digna del espíritu”.
Al considerar que con la construcción de escuelas y la apertura de bibliotecas no se resolvería el problema educativo de México, Vasconcelos también inició un programa editorial que en ese momento fue cuestionado y criticado pero que tuvo impacto nacional y resonancia internacional, marcando un hito en la historia de México. Este programa editorial se integró con las series Lecturas Clásicas para Niños y Lecturas para Mujeres, además del periódico El Maestro. La primera serie estuvo a cargo directamente del Maestro y la segunda de Gabriela Mistral, quien con su prestigio internacional fortaleció el proyecto Vasconceliano.
Como educador, Vasconcelos tuvo la visión necesaria para entender y comprender lo que México necesitaba en ese momento y crea el primer proyecto educativo nacional articulado, congruente y consistente. Revolucionó la educación del país al quitarle su enfoque elitista y proponer un modelo popular que sirviera para apoyar al pueblo en general y a los indígenas en particular para lograr mejores niveles de vida. Pensó que únicamente a través de la educación y la cultura México progresaría.
El Maestro fue el único intelectual de su generación que asumió la educación como una función esencialmente liberadora y descolonizadora, por lo que propuso lo que hoy llamaríamos una política de Estado relativa a ella. De esta manera, él se anticipó a su tiempo y su proyecto trascendió.
Vasconcelos es un ejemplo de la relación entre el intelectual y el poder. El Maestro supo estar cerca del poder en una primera etapa; formar parte de los grupos de intelectuales incorporados al poder en una segunda fase; sufrir el acoso y desprecio del poder en otro momento; y alejado totalmente del poder, tuvo la fortaleza para cuestionarlo y criticarlo. Pero dentro de este devenir, Vasconcelos brilló por su inteligencia y su aportación a la educación de México. De ahí, su grandeza y ejemplo y que su nombre que hoy lleva la debatida megabiblioteca nadie lo cuestione.

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