domingo, 19 de febrero de 2006

Fundamentalismo, laicismo y tolerancia

“El laicismo respeta todos los credos pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único, muy probablemente para que no se acuse al país de clonar el siglo XVII. A lo largo de la historia ya se ha probado con regímenes sólo de fundamentalistas religiosos o sólo de marxistas (así autocalificados) a los extremos a que conduce la unanimidad impuesta por los requerimientos del ‘hombre nuevo’ (mujeres absténganse). Por los demás, como bien recordó Miguel Ángel Granados Chapa, ya lo dijo en otra oportunidad el secretario Abascal: ‘la democracia es el camino que han escogido las fuerzas internacionales de la subversión’.
“La validez del Estado laico se ratifica al examinar la conducta opuesta: la variedad de expresiones de intolerancia a nombre de la trascendencia, que no se define para mejor enarbolarla. Por fortuna, aunque obtenga con sigilo sus victorias administrativas, el fundamentalismo de la derecha ha perdido en México una tras otra las batallas culturales. Pongo dos ejemplos relevantes: el intento de prohibir el film El crimen del Padre Amaro, de Carlos Carrera, y la campaña para impedir la píldora del día siguiente. En ambos casos el gobierno federal ha procedido conforme las normas del Estado laico contra la censura al autorizar la película y ateniéndose a los criterios científicos al autorizar la píldora”.
Estos dos párrafos, entre otros, son los ejes del debate que sobre el fundamentalismo y el Estado laico provocó el discurso que pronunció Carlos Monsiváis el pasado 31 de enero en la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Ciencias y Artes que presidió el Presidente Vicente Fox, espacio más que propició para replantear temas complejos que afectan a todos los mexicanos en estos momentos.
De esta manera, el fundamentalismo y el laicismo pasaron a ocupar el centro del debate político y cultural en nuestro país. Como es sabido, uno de los problemas que preocupa con mayor intensidad durante los últimos años del siglo pasado y en los primeros del presente es el fenómeno del fundamentalismo que siempre ha existido, si bien no con ese nombre pero si con acciones que hoy se pueden enmarcar en esa denominación.
El fundamentalismo responde a una tendencia de cualquier religión de volver a aquello que se considera originario, básico. Postula que la fe debe permanecer en forma completa y literal acorde a su origen sin ningún matiz, concesión o reinterpretación y, mucho menos, una reducción. Pretende que dentro de una religión debe prevalecer la doctrina más que el ritual y por lo tanto la primera debe estar establecida con precisión.
Cuando hablamos de fundamentalismo se implica la inamovilidad de las tradiciones, una infalibilidad de textos sagrados y un respeto irrestricto a ritos o ceremonias litúrgicas. El fundamentalismo también se puede entender como la interpretación integrista de los textos sagrados de cualquier religión y su aplicación a una realidad político-social.
De esta manera, el fundamentalismo trasciende el ámbito propiamente religioso y llega a la esfera de lo cultural, social y político. Desde esta perspectiva, es una tendencia política extremadamente conservadora, radical, que se vincula a la intolerancia, discriminación, violencia y al terrorismo. En la actualidad, en múltiples casos el fundamentalismo es manipulado por las grandes potencias y desemboca en revueltas, movimientos reividincatorios y terrorismo.
Una explicación del fundamentalismo actual es que “constituye una reacción frente a los fracasos de un Estado secular modernizado que se considera corrupto, a menudo dictatorial e incapaz de resolver los problemas económicos y sociales”
A partir de las últimas décadas del siglo pasado y en los años que corren del presente, el fundamentalismo aparece como característica de diferentes movimientos políticos y sociales de gran complejidad. Estos movimientos se caracterizan por su invocación de un retorno a los textos sagrados de la religión que asumen y a la aplicación de esas doctrinas a la vida social y política como ya se mencionó, es decir, aspiran al poder social y político y por lo general tienen un carácter intolerante y antidemocrático, relegan los derechos individuales y reivindican una autoridad derivada de la voluntad de Dios. Ejemplos de movimientos fundamentalistas abundan en la actualidad
Como respuesta al fortalecimiento de los movimientos fundamentalistas, a veces declarados plenamente como tales y en otras enmascarados o semiocultos con otras fachadas, surge nuevamente el laicismo que podemos entender como la intención de construir una sociedad fraternal, justa y progresista; con instituciones que garanticen los derechos humanos y la dignidad de las personas, pero sobre todo y ante todo la libertad de pensamiento y de expresión, así como la igualdad de todos ante la ley, sin hacer distinción de sexo, origen, cultura, ideologías y considerando que las preferencias confesionales o no confesionales pertenecen exclusivamente a la esfera privada de las personas.
Bien entendido, el laicismo se aleja de la agresividad y la virulencia y de un anticlericalismo ya superado, sino al contrario, esta abierto al diálogo sobre aspectos sociales y culturales que hoy se manifiestan y que no se presentaban, por lo menos con relevancia en el siglo pasado y antepasado: aborto, preservativos, homosexualidad, muerte asistida, etc.
El laicismo también implica una concepción de la vida que parte del principio fundamental del racionalismo y de la experiencia humana, sin una referencia confesional, dogmática o sobrenatural. El laicismo se vincula y se expresa en el Estado Laico y dentro de éste con mayor énfasis en la educación, es decir, en una educación laica.
El Estado Laico nace con la ideología liberal y pugna por la separación de la iglesia y del Estado. No significa estar contra la iglesia ni contra cualquier expresión religiosa, no quiere decir que el Estado niegue la posibilidad que cualquier ciudadano ejerza sus derechos a la libertad religiosa y que la tenga que garantizar, implica que la iglesia tiene un espacio y el Estado otro.
Surgen así como un tercer elemento, entre otros tantos, la tolerancia y el respeto a la diversidad y la solidaridad como primeros valores del laicismo, con otros como el rechazo a la exclusión, la emancipación, etc.
La tolerancia, como ya lo hemos expresado en otras entregas, constituye la capacidad para conceder la misma importancia a la forma de ser, pensar y vivir de los demás que a nuestra propia manera de ser, pensar y vivir. Implica la comprensión de nuestra parte que las creencias y costumbres que asumimos no son mejores ni peores que las de los que nos rodean ni de otros grupos sociales lejanos o ajenos a nosotros, sino que son distintas. Ello constituye el respeto a los demás es decir, la tolerancia.

En un sentido amplio, la tolerancia constituye una actitud de las personas para admitir en los otros diferentes formas de pensar y de vivir, es decir el respeto a la diversidad. Desde esta visión, la tolerancia se vincula al pluralismo.
Sin embargo, puede surgir una tolerancia fingida, enmascarada o seudotolerancia, que no es auténtica y que implica una pose donde se finge la admisión de la diferente, lo que no coincide con lo nuestro, lo que nos parece inferior.
La auténtica tolerancia es la que se traduce, además de la admisión de lo diferente, en la solidaridad como un compromiso moral de ayuda y responsabilidad mutua entre los seres humanos.
Ante el debate que en este momento se da en nuestro país en torno al fundamentalismo, laicismo y Estado Laico provocado por Carlos Monsiváis, debemos reflexionar en que no arribaremos a un verdadero Estado Democrático si no asumimos con antelación los valores del laicismo y, dentro de ellos, el de la tolerancia y el respeto a la diversidad, como principios rectores de la esfera privada y pública.
Además, debemos plantear el surgimiento de un nuevo fundamentalismo, el fundamentalismo imperial, que parte de concepciones y principios que son inadmisibles: la libertad y su defensa, pero una libertad cuyo concepto sesgado no podemos compartir. La “libertad” que pregona Bush.

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