domingo, 11 de septiembre de 2005

Escándalo y cultura política

Uno de los elementos de la actividad política que cada vez la caracteriza más es el escándalo, el cual le otorga atractivo, la llena de frivolidad, cubre los espacios mediáticos y hace que los ciudadanos “apolíticos” se alejen más de ella pero que a la vez estén más interesados en seguirla en su acontecer diario.
Hoy, los escándalos políticos han pasado a ser un elemento cotidiano en la información que nos proporcionan los medios: son la novedad de cada día; no hay desayuno de funcionarios o reunión de sus esposas donde no se hable del escándalo político de moda.
Si la cultura política es un amplio y complejo entramado de conocimientos, reglas, convenciones, actitudes, expectativas, normas, percepciones, creencias, valores, juicios y opiniones en torno a un sistema político y al fenómeno político, se puede afirmar que el escándalo ha permeado ese tejido y que hoy forma parte natural de él.
Pero además, si se puede hablar de varias subculturas políticas como son la del grupo o grupos en el poder, la de la sociedad civil, la del partido oficial, la de la oposición, la de los partidos, entre otras, también se puede hablar de diversos escándalos políticos que son observados y analizados de diferente manera, de acuerdo a quien los pondera y a la esfera política donde se generan.
De esta manera, el escándalo al formar parte de la cultura política actual, ha llegado ha constituir un factor que sustenta la conducta de personajes y funcionarios y moldea su manera de interactuar y comunicarse, convirtiendo a la acción política en un espectáculo mediático, con un escenario y uno o varios actores, que se mueven en torno al poder y que son analizados, tratando de plantear y construir su evolución, todo a través de encuestas a veces no muy claras, diagnósticos, comparaciones, cotejos, observaciones e investigaciones.
Pero no han sido únicamente los escándalos políticos los que han provocado que la política se espectacularice, sino también han intervenido otros factores como los medios de comunicación, la inclinación de los políticos por ser más visibles, la necesidad de levantar cortinas de humo para cubrir actos ilegales o al menos irregulares, etc.
La política como espectáculo y su elemento primordial adquieren mayor presencia hoy debido a que el entorno informativo manejado por los medios de comunicación es mas intenso, extenso e independiente.
El entorno es mas intenso debido a que la información política que se genera por parte del gobierno es más amplia ante la necesidad de legitimarse; los partidos políticos requieren de mayor presencia y penetración; ciertos actores políticos necesitan aparecer ante la ciudadanía por la posibilidad de futuras posiciones; y lo que es grave y a veces patético, se tiene que recurrir a la denuncia, acusación, eliminación e insulto para figurar o, lo que es peor, cubrir acciones secretas o discrecionales, que en el caso de algunos dirigentes de partidos, sus militantes no conocían ni se lo imaginaban.
De manera similar, el entorno informativo es mas extenso por la multiplicación de medios, noticieros y un mayor tiraje y cobertura de periódicos. Por otra parte, la información fluye con mayor rapidez en los medios electrónicos y a través de las nuevas tecnologías de la comunicación.
A lo anterior, hay que agregar la independencia y cada vez menor posibilidad de manipulación de los medios, que pese a convenios, paquetes de publicidad u otros mecanismos, no pueden permanecer ajenos a los escándalos políticos, a las acciones ilegales o irregulares de funcionarios, líderes o dirigentes partidistas.
Dentro de este contexto informativo, más intenso, extenso e independiente, la espectacularización de la política no se puede evitar, y más si a ello se agrega la actuación de dirigentes partidistas.
“Los dirigentes políticos de nuestros días son más visibles ante más personas, se les examina hoy con mayor atención que en ningún otro momento del pasado, y se encuentran al mismo tiempo más expuestos al riesgo de que las acciones o afirmaciones que antes realizaban en forma encubierta o en privado aparezcan expuestas en la esfera pública afirma John B. Thompson.
Del escándalo como elemento esencial del espectáculo político podemos mencionar cuatro aspectos primordiales entre otros. Por lo regular ante un escándalo relacionado con la corrupción, engaño o fraude se argumenta la existencia de un complot para desacreditar, minimizar o debilitar a un actor político. Desde otra perspectiva, se debe admitir que el escándalo hace a un lado al auténtico debate político aunque a veces se monta en él, es decir desplaza la presentación de propuestas, la exposición de argumentos, el esclarecimiento de posturas ideológicas, la construcción de consensos, pero trata de cubrir acciones irregulares o transgresoras de la normatividad.
El escándalo político provoca la pérdida de confianza en las instituciones y en los organismos políticos, propicia el quiebre de estructuras políticas y sociales y aleja la participación de la ciudadanía en los procesos políticos.
Desde otra dimensión, el escándalo político tiene como consecuencia que salgan a relucir “secretos políticos” o acciones realizadas en lo oscurito o escondidas de colaboradores o correligionarios, tras las cortinas del poder. Es decir, coadyuva a esclarecer la acción política.
Ejemplos de espectáculos políticos abundan en el pasado y en el presente, como son los debates entre los candidatos a la presidencia, donde más que el argumento o las propuestas de gobierno interesan los escenarios y la escenografía: vestuario, presencia, temple, peinado, corbata, etc. Aquí, en la aldea, también abundan los ejemplos: denuncias, eliminaciones, estallidos de egocentrismo, traiciones, montaje de escenarios, peticiones impertinentes y actitudes irreverentes.
¿Qué podemos hacer? Exigir transparencias, rendición de cuentas y responsabilidad a los actores políticos; establecer parámetros de conducta clara para funcionarios y líderes; investigar y sancionar las infracciones a la ley; y, no permitir que el escándalo político siga premiando nuestra cultura política.

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