domingo, 5 de diciembre de 2004

Discriminación: lastre social en el siglo XXI

¡Ese chaparro me choca!, ¡este negro es una lata!, ¡es una vieja colada!, ¡dicen que es de una nueva secta!, ¡no tiene ni para comer!, ¡cuidado, parecen centroamericanos!, ¡ese viejo se debería ir a cuidar a sus nietos!, ¡mira, no sabe comer!, ¡es un analfabeta cultural!, ¡parece artista!, ¡pero qué ropa se puso para esta reunión!, ¡pinche naco!. Estas expresiones son el espejo de la discriminación que a diario, en todas partes y a todas horas se practica, pero que se concretiza en acciones más drásticas, ofensivas y excluyentes.

Colegios con cuotas no pagaderas para cualquier padre de familia; discoteques donde ingresan únicamente los güeros; solicitud de trabajadoras jóvenes, no mayores de 30 años; demanda de académicos únicamente con master; revistas rosas de más de 30 pesos; venta de ropa usada; cover de doscientos pesos; restaurantes con platillos de más de cien pesos; ropa con logos que implican precios estratosféricos; etc. Estas situaciones también implican una discriminación en todos los lugares, grupos sociales, en jóvenes, adultos, gente con recursos económicos escasos o abundantes.

La discriminación como práctica excluyente siempre ha existido. En ocasiones ha llegado a extremos de genocidio como la persecución de los judíos en la segunda guerra mundial; la esclavitud en África; el odio contra los migrantes africanos en España, etc.
Como actitud de desprecio a personas o grupos que se consideran indignos de un trato igualitario, la discriminación se origina en un prejuicio social o estigma. También, las actitudes discriminatorias conllevan un complejo, un miedo hacia el otro, a una convivencia plural. Se vincula así, con el pluralismo y la tolerancia.
Ante problemas nacionales coyunturales o de fuerte impacto la discriminación cotidiana se minimiza o pasa inadvertida, olvidando o soslayando que se vincula directamente con la exclusión social, la desigualdad, el agravio a la dignidad de las personas, la falta de cumplimiento de los derechos humanos. En suma, a la falta de oportunidades, igualdad y bienestar.
Desde esta perspectiva, la violación del derecho a la no discriminación es un dique al desarrollo y a la democracia. La lucha contra la no discriminación es una cruzada contra la desigualdad, ya que provoca daños en cualquier colectivo, en las instituciones públicas y privadas, que permea la cohesión política, social y cultural.
Otro aspecto negativo de la discriminación es el olvido, abandono o exclusión que provoca hacia ciertos grupos identificados: niños, ancianos, mujeres, discapacitados, homosexuales, indígenas, migrantes que se convierten así, en grupos vulnerables. Estos grupos o sectores son segregados de beneficios o servicios como la educación, salud, trabajo, centros de diversión, servicios asistenciales. En este abandono o exclusión se concretiza o materializa, se vuelve palpable la discriminación.
Dos aspectos muy importantes se dan en los discriminados, como otros tantos, que vale la pena mencionar: la percepción para algunas personas o grupos de la “normalidad” de la discriminación de que son víctimas y la de los discriminados – discriminadores, que en muchos casos llegan a ser casos patológicos.
Para algunos grupos o personas la discriminación que sufren o de la que son victimas es “normal”, natural o, incluso, merecida. Ciertos grupos étnicos, mujeres, niños, trabajadores, migrantes soportan la discriminación como algo ineludible, como parte de su cotidianidad y de su vida, de su relación con la comunidad que no es su grupo o incluso dentro de su mismo colectivo. Es el caso de la trabajadora doméstica, que ante la presencia de visitas no puede aparecer, tiene que refugiarse en su espacio (la cocina o el cuarto de servicio) y volverse invisible, no puede aparecer.
En este caso donde la discriminación se toma como algo normal, se pueden advertir dos consecuencias, a veces a corto plazo y en otros después de un largo periodo. La primera es una sumisión que se convierte en obediencia sin protestar, aceptación de una condición de subordinado; pero en otros casos se canaliza a la rebeldía, a la lucha por la igualdad, la defensa a sus derechos fundamentales, a movimientos reindivicatorios, libertarios; un ejemplo de lo anterior son los movimientos étnicos que estos momentos se dan en diversas partes del mundo, pero que siempre se han dado.
Pero otro caso patético, y a veces patológico, es el del discriminado-discriminador. Es el individuo que en un grupo o comunidad es el menos, el vilipendiado, el que no vale, el desposeído o ignorado; ese grupo por supuesto es donde trabaja, donde presta sus servicios como subordinado, asalariado o empleado. Pero en su grupo se convierte en el discriminador, el que desprecia, sobaja, grita, discrimina, excluye, golpea, por lo regular esto sucede en su ámbito familiar.
Ya no se diga de los migrantes, nuestros paisanos, que marchan a Estados Unidos donde son señalados, perseguidos, subempleados, humillados, rebajados, pero aguantan pensando en los dólares que podrán remitir a sus familias. Pero ¿qué sucede cuando regresan o vienen de visita? En su familia y en su grupo se convierten en los que han viajado, traen dólares, coches, ropa de moda, escuchan otra música y ¡oh! hablan inglés. Esto les da capacidad para adoptar actitudes de superioridad; de ser diferentes, ya no son los mismos que se fueron. Se convierten en discriminadores de los que no han podido partir. De discriminados en Estados Unidos se convierten en discriminadores con su familia, su grupo, la raza. Al respecto, ya abundan estudios donde se trata ampliamente este asunto.
La lucha contra la discriminación ha pasado por diversas etapas: como parte de la filantropía, de la beneficencia, en ocasiones se ha situado en la defensa de los derechos humanos, finalmente como parte de la agenda del desarrollo nacional, siguiendo el ejemplo de otros países y corrientes internacionales que tienen como objetivo su eliminación.
En México, después de una batalla durante largos periodos en que se ha tenido que afrontar una cultura discriminatoria que abarca grupos mayoritarios y minoritarios, entró en vigencia el 12 de junio de 2003 la Ley Federal para prevenir y eliminar la discriminación, que merece un análisis detenido y objetivo, dado que su difusión y cumplimiento es mínimo hasta el momento.
En la mencionada Ley (Art 4) se define a la discriminación como “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico, nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas.
“También se entenderá como discriminación la xenofobia y el antisemitismo en cualquiera de sus manifestaciones”.
En esta Ley que es la culminación de una larga lucha de personas, grupos e instituciones y en cuya generación mucho tuvo que ver Gilberto Rincón Gallardo, se crea el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, que se constituye como un organismo descentralizado, sectorizado a la secretaría de Gobernación y que tiene como objetivo, en términos generales, realizar acciones para prevenir y eliminar la discriminación, así como formular y promover políticas públicas para la igualdad de oportunidades y de trato a favor de las personas...
Se puede hablar entonces de varios grupos vulnerables a la discriminación y de diversos tipos de ésta: por género, por pertenencia étnica; por discapacidad; hacia niñas, niños, y adultos mayores; discriminación religiosa; por preferencia sexual; hacia migrantes, etc.
De cada uno de estos tipos de discriminación y de los grupos vulnerables mucho se ha tratado y se han signado convenios, declaraciones y estatutos por parte de organismos internacionales y nacionales. Pero de los años 80 y de los 90 con mayor fuerza, aparece otro grupo vulnerable sobre el que se ejerce discriminación en la familia, el trabajo y toda la sociedad: el grupo de los afectados por el sida, que aumentan día con día en todas partes.
En torno a este grupo, las cifras relativas a quienes lo padecen, los presupuestos que se ejercen para combatirlo y las medidas preventivas mucho se escribió con motivo del Día Mundial de Lucha contra el Sida el pasado día primero.
Basta este ejemplo, para observar como se genera la discriminación como proceso excluyente, de burla, de vergüenza para la familia y de desprecio, en cualquier ámbito o sector social, sin lograr superarse. Desde luego en este caso la discriminación va ligada a la intolerancia y a la carencia de información, al incumplimiento de los derechos humanos.
Ante este nuevo grupo vulnerable a la discriminación cabe preguntarnos ¿Es que la discriminación siempre acompañará a la humanidad?, ¿es que la no discriminación no forma parte de la democracia? Observemos que al inicio de este siglo, la discriminación más que disminuir o desaparecer, aumenta y bloquea la cohesión familiar, grupal, social, constituyéndose en un lastre que todos debemos eliminar.
¿Usted ha sido discriminado alguna vez?, ¿usted ha discriminado a otra persona o a sus propios familiares?, ¿es un discriminado – discriminador?, ¿qué hace cuando observa que alguien es discriminado?, ¿qué puede usted hacer a favor de la no discriminación?, ¿usted conoce la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación?

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