domingo, 21 de noviembre de 2004

De la televisión educativa a la "telebasura"

”Mucho se ha escrito y debatido sobre el fortalecimiento de los medios de comunicación en el último cuarto del siglo pasado. Lo anterior debido a su amplia cobertura; su penetración en dos sentidos: todos los sectores sociales, aún los de escasos recursos económicos, cuentan con un televisor, y su preeminencia en el imaginario colectivo, en la cosmovisión del teleauditorio; la rápida capacidad de difusión; su versatilidad; sus perfeccionamientos tecnológicos; etc.

De haber sido considerados primero como medios de difusión, pasaron a generar la opinión pública, llegaron a constituir el llamado “cuarto poder“, siendo corresponsables del mismo, pero a partir de los años noventa, aproximadamente pasaron a ser actores políticos y con ello a formar parte también del poder político: en sus cúpulas se toman decisiones, surgen recomendaciones, se reorientan las políticas públicas, se derrumban prestigios, se construyen candidaturas.
Actualmente, el ciudadano actúa, habla, adopta poses y opina acorde a la influencia directa o indirecta de los medios de comunicación. También, por la misma influencia, toma sus decisiones políticas y cambia sus hábitos y, lo que resulta más riesgoso, cambia los esquemas de relación con su esfera familiar, social, laboral, política.
Por otra parte, la sociedad se articula, organiza y participa colectivamente, respalda a sus autoridades, presiona para las tomas de decisiones políticas, de acuerdo a la información del día o a la acumulada, debido a un bombardeo de la misma.
Estamos, entonces, inmersos en una sociedad mediática que no es más que producto de la influencia de los medios de comunicación. Dentro de esta sociedad mediática surgen nuevas atmósferas políticas, sociales y culturales, Lo que vale es lo que se dice o difunde en los medios, resultando que algunos de ellos constituyen la “Biblia” de muchos de sus lectores, auditorio o teleauditorio, ya que son su única fuente de información o contacto con el mundo: opinan, debaten, toman partido de acuerdo a lo informado en el medio que resulta cotidiano para ellos. Estamos ante el hombre mediático, el ciudadano mediático.
Estos individuos obedecen a patrones o modelos de vida, creencias, cosmovisiones, percepciones, muchas veces ajenas o contrarias a nuestra cultura. De esta sociedad mediática forman parte fundamental los niños, si bien hoy existe otro elemento en su formación como es la Internet, a la que nos hemos referido en otras entregas.
Y es precisamente porque los niños, nuestros hijos y futuros ciudadanos, forman parte de la sociedad mediática que surge en todo el mundo la preocupación de padres de familia y de la sociedad por los contenidos de los programas emitidos por la televisión en los horarios en que se considera que el teleauditorio infantil es mayor: de las 18 a las 22:00 horas.
Este aspecto tiene que ver con los medios, la sociedad y la educación. En algunos países como en Francia, existe un Consejo Superior de lo Audiovisual que cuida el respeto a los horarios, la calumnia, difamación y la información política sin sustento y, también, el contenido de la programación infantil. Por su parte, en Italia existe un pacto de autorregulación a partir de 2002, por lo que en las tardes se difunde información estrictamente familiar.
Precisamente, en el pasado Forum Barcelona 2004 en la mesa del Diálogo Comunicación Audiovisual Global, Diversidad Cultural y Regulación se expresó en relación a la televisión que “Si el derecho a la comunicación y a la información es también un derecho universal, cabe demandar a estos medios, tanto a los de gestión pública como privada, el cumplimiento de obligaciones tales como la potenciación de los valores democráticos, una mayor diversidad y calidad en sus contenidos (especialmente los dirigidos a un público infantil), el acceso por parte de personas con discapacidades físicas y un reflejo de normalidad respecto a las minorías sociales”.
En el mismo Forum Barcelona 2004, sobre el mismo tema Joan Ubeda expresó “la necesidad de que la televisión privada tenga también en consideración la calidad y no únicamente la audiencia”. Entre las resoluciones planteadas “la primera de ellas es una mayor regulación que compense los procesos de liberación habidos desde los años 80 y que, aunque han aumentado enormemente el volumen de contenidos ofrecidos, han disminuido la capacidad real de elección”.
Es de España, también, de donde nos llega a partir de hace algunos días la noticia de que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha iniciado una cruzada contra lo que ellos han denominado “telebasura”, y que constituye un factor negativo en la programación emitida en los horarios en que predomina la teleaudiencia infantil y familiar.
De acuerdo a Rosario G. Gómez de EL PAIS “contenidos banales, zafios y morbosos, envueltos en un ensordecedor griterío y una retahíla de insultos de grueso calibre, salpican la programación de las televisoras españolas en el horario de la tarde, cuando se concentra la mayor parte de la audiencia infantil.... el diagnóstico del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Muñoz Morgades, sobre los contenidos que copan las franjas protegidas para la infancia y la juventud es esclarecedor: contienen violencia, discriminación, sexismo y zafiedad. En su opinión, la violencia ‘está siendo trasladada a los menores con un mensaje nefasto dando entender que es la mejor forma se resolver las cuestiones personales’ ”.
Por otra parte “El Defensor del Oyente y del Telespectador de RTV de Andalucía, Patricio Gutiérrez Matías, asegura que no recibe quejas sobre televisión por que este canal no emite telebasura” expresa, también, Rosario G. Gómez.
Desde luego, los consorcios televisivos contestan argumentando posiciones demagógicas y electoreras, por lo que el gobierno de Rodríguez Zapatero, dentro de una negociación, busca que los contenidos se ajusten a un Código de Autorregulación para la Protección de los Menores: 30 normas que incluyen la creación del Defensor del Radioyente y el Telespectador.
Mientras tanto, en México los logros del Consejo de Autorregulación de la Cámara Nacional de Radio y Televisión, creado en 2001, son nulos aunque tiene como objetivo, entre otros “elevar el nivel moral, cultural, artístico y social de las trasmisiones“. Lo mismo sucede con el Consejo Nacional de Radio y Televisión, conformado en 2003.
Viene al caso, necesariamente, recordar que en nuestro país la televisión tuvo o ¿tiene? como propósito original “promover la cultura, informar y divertir y también “propiciar el desarrollo armónico de la niñez”. Su papel en la educación y formación de miles de mexicanos es incuestionable, por ejemplo a través de la telesecundaria, que brinda oportunidad de educación media a jóvenes del medio rural, regiones suburbanas y de algunas áreas citadinas. Ya no se diga del telebachillerato, una de las mayores aportaciones de Veracruz al sistema educativo nacional.
También, se tiene que mencionar el canal del Instituto Politécnico Nacional, que a pesar de sus altibajos goza de preferencia y reconocimiento por su labor de promoción y difusión cultural. De esta manera, la televisión ha cumplido con su papel institucional de educar, divertir y trasmitir valores frente a las problemáticas sociales.
Pero contrario a lo anterior, se cuenta con información de que a últimas fechas en la televisión privada los programas con mayor penetración, de acuerdo a los mecanismos que existen para medirla, no son precisamente los noticieros, los de análisis político, de difusión artística, sino los que deforman, denigran o atentan contra la dignidad e inteligencia del teleauditorio. Lo mismo sucede con las telenovelas y los programas de corte infantil, que cada vez enaltecen más la agresión, violencia, individualismo y falsos valores. ¿Se trata de la llamada “telebasura” en Europa?.
Ante este panorama, se tiene que pugnar porque los mecanismos establecidos para la vigilancia de la calidad de los programas de los medios electrónicos públicos y privados, se cumplan y se establezcan otros, como el Defensor del Telespectador, un Código de Ética, hasta llegar a la autorregulación. Sabemos que el camino es largo porque se requiere voluntad política de las autoridades, conciencia social de los concesionarios, revisión del marco jurídico, pero sobre todo que se llegue a la Reforma del Estado como culminación de la transición a la democracia, comprendiendo lo relativo a los medios de comunicación.
Al retomar el neologismo acuñado en España, ¿de los programas televisivos que usted conoce, cuántos y cuáles pasarían a formar parte de la telebasura?

0 comentarios: