domingo, 26 de septiembre de 2004

Escenarios culturales en la sociedad globalizada

En nuestra pasada entrega del 1° de agosto nos referimos al actual debate sobre la cultura, el cual implica considerar nuevos paradigmas y categorías. Nos ocupamos en esa ocasión de diez premisas que se deben considerar para debatir sobre la cultura y no caer en un simple intercambio de opiniones, ocurrencias o, lo que es peor, eliminaciones. Expresamos en esa ocasión que “debatir sobre la cultura, requiere no solamente interés, sino también otros elementos que nos conduzcan a conclusiones válidas y a propuestas viables...”
Precisamente, en esta ocasión nos referimos a otros elementos que se deben considerar para un auténtico debate sobre la cultura, sobretodo en estos momentos en que surgen asociaciones de artistas, se forman consejos de creadores independientes, se convoca a foros, se premian y condecoran a intelectuales como parte de un show, se hacen propuestas que, obviamente, carecen de sustento y, primordialmente, se acerca el momento de escuchar informes y hacer evaluaciones de las instituciones. Nos referimos a los nuevos escenarios sociales y políticos donde se promueve, produce y difunde la cultura.
Estos nuevos escenarios culturales, desde luego, no son los mismos que los del siglo pasado. Una dinámica económica y política acelerada marca los cambios sociales y políticos y con ello todo lo relativo a lo cultural. Factores como la globalización, las nuevas tecnologías de la comunicación, la sociedad de la información y del conocimiento, la multiculturalidad y los procesos de interculturización, la ínteractuación de los creadores con los ciudadanos, más como consumidores de las industrias culturales que como admiradores, la fuerte influencia de los medios de comunicación y, sobretodo, el escaso avance de la participación de la comunidad artística en las políticas culturales, hacen que los escenarios evolucionen y se tengan que repensar.
De manera somera podemos mencionar siete nuevos elementos que conforman los actuales escenarios culturales y que no se deben soslayar o ignorar en un debate crítico y responsable.
En primer lugar, incluimos aquí, ese elemento primordial que muchos políticos ignoran o soslayan: la cultura como factor primordial del desarrollo integral del hombre, de una comunidad, de un pueblo. La cultura y el desarrollo van vinculados, no se dan por separado. Todo proyecto de gobierno o social debe incluir la cultura
Se debe considerar, también, el redimensionamiento del espacio territorial donde se realizan las actividades básicas del individuo: estudiar, trabajar, adquirir, consumir, divertirse, convivir. Hoy, en cualquier ciudad las distancias se amplían, el tiempo disponible se reduce y el ciudadano ve acotada su agenda para ir al cine, acudir al teatro, escuchar una audición, es decir, la convivencia se concretiza a lo necesario y se prefiere refugiarse en el hogar y optar por los nuevos recursos tecnológicos para la diversión y la información.
Otro elemento es la pérdida del peso y la influencia de la producción cultural propia ante los grandes corporativos internacionales o las industrias culturales globales: cine, música, libros, que con mayores y mejores recursos invaden y desplazan a lo nacional. Recuérdese la lucha permanente de las editoriales locales y la invasión de los grandes corporativos editoriales españoles.
También, hay que considerar el cambio de lo que de acuerdo a nuestra identidad nacional, hoy también a debate, era “nuestro” o “lo propio” hasta hace unos años y lo que hoy de acuerdo a la economía y cultura globalizada lo desplaza, sobretodo entre niños y jóvenes: música, gastronomía, vocabulario, moda, juegos. Se trata del choque entre identidad nacional y cultura globalizada. Estamos ya ante un “ciudadano global”.
Se debe tomar en cuenta otro elemento que, si bien, siempre es considerado, hoy se encuentra rebasado y resulta imperativo redimensionar. Nos referimos al sentido de pertenencia o identidad (local, regional o nacional), que hoy se vincula más al sentido de pertenencia e identidad con una sociedad o comunidad desterritorializada, transnacional o globalizada, como resultado de la influencia de los medios electrónicos y de la nuevas tecnologías de la información. Recordemos que lo que anteriormente era el espacio público hoy es un “espacio público mediático”.
La aparición de cuatro nuevos conceptos, entre otros, también es un elemento a ponderar: el del “consumidor” de bienes o productos de las “industrias culturales” que se le presentan u ofrecen en un “mercado cultural” promovido por la “mercadotecnia cultural”. Estamos ante un nuevo ciudadano, el “ciudadano consumidor”.
Y el séptimo elemento al que hoy nos referimos es aquel que provoca resquemor, recelo y, a veces, temor en los funcionarios y administradores oficiales de la cultura: la cada vez mayor y mejor organización formal de asociaciones de artistas independientes que señalan errores, reclaman espacios, exigen participar en la dirección, diseño, planeación y ejecución de acciones y, sobretodo, cuentan con propuestas concretas y viables, como el recientemente creado Consejo Estatal de Artes Escénicas.
En sentido estricto, estos elementos o factores no resultan nuevos en la realidad local. Existen estudios relativos que en mucho los esclarecen, pero en el debate de la cultura y en el nuevo debate por el que pugnamos, no se consideran o se hace pero minimizándolos, tergiversando su alcance o impacto, cuando se deberían ponderar, analizar y también llevarlos a las mesas de reflexión.
La escasa o nula consideración de los siete elementos enumerados hace que las acciones de las instituciones culturales presenten aspectos cuestionables en estos momentos en que se debe plantear la promoción y difusión de la cultura como una auténtica política pública. Algunos ejemplos de lo anterior, tan solo cinco, son los siguientes:
1. La reproducción restringida, reducida o distorsionada, de las líneas culturales emanadas de los organismos culturales internacionales: priorización del patrimonio cultural, del folclor y de la “alta cultura”
2. Abandono u hostigamiento de expresiones o instituciones culturales con largos años de lucha y permanencia, como las radios comunitarias, uno de cuyos ejemplos es precisamente, Radio Teocelo
3. Protección a los grandes consorcios de la comunicación, cuya intensa presencia en la vida familiar es incuestionable, convirtiéndose en los organizadores del entretenimiento hogareño y de la dosificación de información masiva. Hay familias en las cuales la presencia de sus integrantes gira en torno a los horarios del fútbol, las telenovelas y los noticieros
4. Carencia de apoyo a los grupos independientes, lo que se traduce en que su presencia sea reducida y no llegue a los medios masivos para, así, influir sobre los hábitos culturales y el pensamiento crítico de los espectadores
5. Carencia de vinculación y coordinación de las dependencias e instituciones que promueven y difunden la cultura, pues no existe una rectoría real y adecuada de tales acciones
En el establecimiento de la cultura como política pública se pueden considerar los siete elementos o más que configuran los nuevos escenarios culturales, y no anclarnos o estancarnos en ámbitos irreales que únicamente siguen existiendo en la mente de los promotores de la cultura de escritorio.
Repensar una política pública que garantice los derechos culturales de todos los veracruzanos y jalapeños requiere un nuevo debate, pero también implica considerar los nuevos escenarios en que se da. Solamente de esta manera se construirá una política cultural democrática (no la del poder, ni la exclusiva del Estado), es decir, la que proviene de la sociedad civil y que tiene el apoyo del Estado.
La cultura debe tener su lugar propio, al mismo nivel que el mercado y la política. Si no es así, perderá su papel como escenario natural y obligado del desarrollo integral del hombre.

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