domingo, 4 de julio de 2004

Enseñanza de la historia...¿para qué?

A partir de que el subsecretario de Educación Básica y Normal de la secretaría de Educación Pública (SEP), Lorenzo Gómez Marín, dio a conocer en los primeros días de junio, la reforma al programa de la educación secundaria que empezará a operar en 2005, la supresión de enseñanza de la historia, geografía y civismo como materias básicas en la formación de miles de mexicanos entró a debate en la agenda política de nuestro país, rebasando el ámbito meramente educativo.
Lo anterior trajo a nuestra mente los recuerdos de nuestro paso por la primaria y secundaria y nos hizo recordar diversos aspectos de la enseñanza de la historia y civismo por un lado y, por otro, de la geografía, y a veces de las tres materias de manera integral. En primer lugar, recordamos a los maestros que en la primaria correspondió impartir esas materias, junto con otras del currículo vigente en los años sesenta y setenta. Por otra parte, también recordamos a los maestros que, cuando cursamos la secundaria, de manera aislada nos enseñaron cada una de esas materias. En la primaria todos los mexicanos hemos contado con los mismos libros de texto. Después en la secundaria no sucedió lo mismo, hoy sí en algunos casos, en otros no, aunque el programa sea el mismo.

Después de recordar a nuestros maestros y de escuchar y leer diversos aspectos del debate que ocupa a la SEP y a historiadores distinguidos, pero no a otros actores que deberían participar, vienen a nuestra mente aspectos que recordamos y que han quedado grabados en nuestra memoria y, con toda seguridad, en el imaginario colectivo de todos los mexicanos, y que han coadyuvado a conformar nuestra identidad como tales.
Creo que todos recordamos, a veces con tintes de leyenda y otros como un pasaje histórico verídico, otros más como hechos dignos de enorgullecernos: la fundación de Tenochtitlan, la huída de Quetzacóaltl, el encuentro de Moctezuma y Hernán Cortés, la quema de los pies de Cuauhtémoc, el grito de Independencia, la llegada y fusilamiento de Maximiliano, la infancia y pérdida de los borregos de Benito Juárez, la invasión a Estados Unidos por Pancho Villa, la expropiación petrolera y tantos más, que de niños y adolescentes nos hacían vibrar llenos de un nacionalismo incipiente y más si se trataba de representar algún pasaje en un montaje teatral de fin de cursos u otra fiesta escolar.
Pero más allá de los buenos recuerdos infantiles y de adolescentes y de lo meramente académico, la propuesta de la SEP nos obliga a reflexionar a todos los mexicanos, seamos simples ciudadanos, maestros, padres de familia o autoridades relacionados con el ámbito educativo, pues siempre la enseñanza de la historia como elemento primordial para la formación de la identidad nacional conlleva diversos aspectos que se tienen que analizar de manera responsable y objetiva. Entre estos aspectos destacan cuatro: su inclusión en el currículo del nivel básico, su contenido y su enseñanza; el fondo ideológico que implica el enfoque de su contenido; como elemento primordial de la memoria colectiva que se vincula a la subsistencia del Estado y la formación de una identidad nacional; y, las nuevas circunstancias políticas, sociales y teóricas que prevalecen en este nuevo siglo. Desde luego, estos aspectos se encuentran vinculados y no son los únicos.
En cuanto al primero, ha existido consenso en relación a la inclusión de la enseñanza de la historia en cualquier currículo del nivel básico, antes la primaria elemental y superior, y después en la secundaria. Lo que se ha discutido es el contenido y los materiales correspondientes, así como la idoneidad de los docentes para su enseñanza, pues la didáctica de la historia se desarrolla sistemáticamente a partir de la segunda mitad del siglo pasado.
En la primaria siempre ha sido el maestro de cada grado el encargado de la enseñanza de la historia, de la geografía y del civismo, así como de Español o Lenguaje, de las matemáticas, ciencias naturales y otras materias. Por otra parte, cuando se fundan las llamadas escuelas normales superiores surge la especialidad en historia, hoy Ciencias Sociales, de lo cual se deriva la licenciatura correspondiente. Pero también, desde siempre y hasta nuestros días abundan docentes encargados de la enseñanza de la historia cuyo origen profesional es diverso y no adecuado. Por nuestra parte en la secundaria, contamos con maestros de historia que eran licenciados en derecho (uno de ellos con una simple pasantía hasta hoy, creo) y uno licenciado en letras (titulado en su área, ameno como declamador, pero no como historiador).
Otro aspecto importante de la enseñanza de la historia es su marco ideológico, que responde al Estado y al sistema político que rige en diversas etapas históricas. Esto no es privativo de la historia como materia escolar y su enseñanza, sino de todo el sistema educativo, el cual constituye una de las principales expresiones ideológicas del Estado, de tal manera que el contenido de la materia justificará o debe justificarlo. A un Estado autoritario corresponderá la enseñanza de una historia sesgada, parcial, tendenciosa; a un Estado democrático corresponderá una historia apegada a la realidad, amplia, abierta y que registre el origen y la evolución de todos los movimientos sociales y políticos, sin borrar o matizar hechos o hitos que cambiaron el rumbo de la nación.
Lo anterior se vincula al siguiente aspecto: el Estado como organización total y acabada de la sociedad requiere de una historia (y de su enseñanza) que lo justifique, fortalezca y proyecte, que penetre en el imaginario colectivo del pueblo y coadyuve a la formación de una identidad nacional. De este aspecto se ha debatido mucho y de ello se han a encargado expertos con diferentes posiciones ideológicas y políticas y las autoridades educativas en turno, que siempre han buscado contar con una historia nacional a la medida o al gusto del mandatario en poder, “limpiando” lo que no debe quedar registrado, como el movimiento del 68 o el movimiento Zapatista de Marcos, o bien incluyéndolo como una concesión, pero matizada y minimizada.
En cuanto a las nuevas circunstancias o elementos políticos, económicos y teóricos podemos mencionar tres: la alternancia política que vive el país y que se refleja forzosamente en autoridades educativas con una nueva ideología y la correspondiente búsqueda de un nuevo marco histórico; la globalización y su avasallante impacto en la caída de fronteras culturales y la distorsión de las identidades nacionales; y el surgimiento del multiculturalismo como soporte para pugnar por la conservación de las identidades regionales y nacionales.
De ninguna manera nos debe sorprender esta embestida de las autoridades de la SEP contra la historia y su enseñanza. Este ataque se inició cuando se implantó el águila mocha que hoy nos parece natural, y que continúa hoy con la supresión de la historia prehispánica y hasta la anterior el siglo XV, pero que seguramente continuará hasta cambiar o distorsionar la historia contemporánea de nuestro país. Recuérdese que la propuesta incluye integrar a los contenidos de la materia el triunfo de Fox, los “cambios” hasta el momento y sus “logros”.
Ante todo lo anterior, estamos de acuerdo con lo expresado por Miguel León- Portilla (La Jornada, 22.Vi.04) cuando manifiesta que “los mexicanos hemos construido nuestra identidad a partir de un doble y muy rico legado cultural. Por una parte está el de los pueblos originarios, en especial los mesoamericanos, abarca éste el arte y el saber de los olmecas, teotihuacanos, mayas, zapotecas, mixtecas, toltecas y mexicas. Desconocer este legado es desentendernos de las raíces milenarias que dan sustento al ser del país. Este legado histórico se estudia y admira en múltiples centros de investigación en países de Europa, América y aun en otros como Japón.
“Por otra parte, está la herencia de la civilización del Mediterráneo, que se forjó a partir de Egipto y Mesopotamia, y se enriqueció grandemente en Grecia y Roma hasta implantarse en España. Este legado nos relaciona con otros muchos pueblos, primeramente con los de América Latina y la península Ibérica, y así mismo con los de toda Europa y otros. En tanto que la rica herencia mesoamericana nos mueve a apreciar a los millones de indígenas contemporáneos y escuchar sus demandas, la procedente de la civilización mediterránea favorece nuestro diálogo con gente de numerosos países.
“Siendo ésta una verdad innegable, ¿se intenta ahora privar a los adolescentes que cursan la educación secundaria de la posibilidad de ahondar en lo que son sus raíces históricas?”
Y decimos que no nos debe sorprender esta propuesta porque las autoridades educativas no pueden dejar pasar esta oportunidad para introducir en el sistema educativo “su historia”, cuyo esquema responde al socavamiento de la identidad nacional como lo dijera Josefina Zoraida Vázquez (La Jornada, 23 VI 04) cuya conformación se inicia en la primaria y se fortalece en la secundaria. Esto constituye una respuesta equivocada a la globalización y al debilitamiento de las entidades nacionales a corto y mediano plazo. Un ejemplo: el elemento general que aparece como parte de la identidad nacional que conservan los migrantes mexicanos en Estados Unidos son los recuerdos de la historia de México que aprendieran en la primaria y secundaria (la doctora Lourdes Arizpe cuenta con un gran trabajo al respecto).
Más que suprimir la historia prehispánica y la que antecede al siglo XV de la llamada historia universal del currículo de la secundaria (5.6 millones de alumnos y 300 mil docentes, aproximadamente), Gómez Marín debería pugnar, de acuerdo al multiculturalismo, porque se fortalezca la historia nacional y los regionales, haciendo partícipes de su propuesta a padres de familia, maestros, historiadores y todos los sectores sociales.
Los argumentos de Gómez Marín (enciclopedismo, memorización y amplitud sin concreción, falta de profundidad) resultan endebles, porque lo que convendría entonces sería una revisión de contenidos que datan de 1993 y las modificaciones correspondientes, es decir, una reforma con la participación de todos los ciudadanos y no una imposición vertical y no consensuada.
Sabemos que el debate continuará, por cierto qué pasará al conocerse el nuevo tratamiento del Civismo y la ética en el tercer grado de secundaria, por lo que trasladándolo a nuestra entidad, nos preguntamos qué opinan los veracruzanos de todo ello, concretamente las autoridades educativas, los sindicatos magisteriales, instituciones como las Universidades Pedagógica Nacional y Pedagógica Veracruzana, la escuela de Historia de la Universidad Veracruzana, las academias de maestros de historia de las secundarias, la delegación veracruzana de la Academia Mexicana de la Educación ¿lo habrán analizado al interior? ¿tendrán un criterio definido y una propuesta concreta? ¿entrarán al debate o serán meros observadores con una opinión “reservada”, “muy personal”, “particular, no oficial”.

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