jueves, 1 de julio de 2004

Hacia un nuevo debate sobre la cultura

Dos hechos nos hacen reflexionar sobre el debate que en torno a la cultura se realiza en estos momentos. Uno de ellos lejano geográficamente y otro cercano. Los dos nos incumben como ciudadanos preocupados por el que hacer cultural. Uno es el Forum Universal de las Culturas 2004, que se efectúa en Barcelona desde el pasado 9 de marzo y hasta el próximo 9 de septiembre. El segundo, son las propuestas culturales de los candidatos a la gubernatura, si es que las tienen formalmente elaboradas.

Lo anterior significa que el asunto de la cultura debe entrar a debate, no únicamente entre los creadores y los que están involucrados directamente con su promoción, difusión y administración sino entre cualquier grupo de ciudadanos interesados en la vida pública, en la identidad nacional y en el desarrollo integral de los veracruzanos.

Pero debatir sobre la cultura, implica no solamente interés, sino también otros elementos que nos conduzcan a conclusiones válidas y a propuestas de solución a situaciones que nos parezcan anómalas o deficientes. Es decir, un debate serio y responsable sobre la cultura nos obliga a ser objetivos y a despojarnos de prejuicios que nos hagan caer en diatribas y eliminaciones y ha ocupar páginas completas en ataques que no incluyen análisis racionales ni propuestas viables. En esta ocasión presentamos 10 premisas que se deben considerar para debatir la cultura y no caer en un simple intercambio de opiniones o en ocurrencias y preferencias personales.

1. Mas allá de visiones históricas, antropológicas, sociológicas y de todo tipo la cultura debe conceptualizarse como un derecho fundamental del hombre y, concretamente, como un derecho social que debe ser respetado y satisfecho por el Estado, partiendo y considerando las propuestas de la comunidad cultural y de la sociedad en general.

Recordemos que el derecho a la cultura propicia el pleno desarrollo de la personalidad del ser humano y el sentido de su dignidad, favoreciendo la comprensión, tolerancia, amistad y paz entre los individuos y entre los pueblos.

2. Otro aspecto a considerar es la normatividad que regula toda actividad cultural del gobierno y de sus instituciones. Esto comprende el marco jurídico: leyes, decretos, reglamentos y, en general, otros documentos como convenios o estatutos. Muchas veces una ley o reglamento es rebasado en su contenido por la actividad misma que regula o resulta inadecuada en un momento dado. De ahí la importancia de analizar el marco jurídico que da sustento a las instituciones culturales y de promover su actualización. De este análisis se derivará otro en torno a las instituciones encargadas de promover y difundir la cultura y el quehacer artístico: cumplimiento de sus objetivos, alcance de sus acciones, omisión de este aspecto en otras que lo deben realizar, etc.

3. Debemos diferenciar adecuadamente tres tipos de cultura que responden , también, a tres tipos de sociedad o gobierno: la cultura oficial, la cultura del poder y la cultura democrática.

La cultura oficial es aquella que justifica o está supeditada a una ideología; su promoción y difusión es unilateral y responde por lo regular a una etapa histórica de los pueblos; este tipo de política cultural responde a un gobierno autoritario y hegemónico, legitima el poder, por ejemplo el arte social.

La cultura del poder es la que satisface el “gusto” o las preferencias estéticas de quienes lo detentan. Esta cultura es impuesta de manera vertical y unilateral. Dos ejemplos de este tipo de actividad cultural del gobierno, como ya lo citamos en una entrega anterior, fue el folclor impulsado por doña Esther Zuno de Echeverria y la promoción de la orquesta filarmónica de doña Carmen Romano de López Portillo.

A diferencia de las anteriores, la cultura democrática es la que rescata y preserva el patrimonio cultural de los pueblos, en su mas amplia acepción, y considera las manifestaciones que surgen de la sociedad civil, así como las propuestas de grupos culturales independientes. Por otro parte, la cultura democrática respeta y promueve la diversidad cultural, que es su principal fundamento. Es aquella que equilibra la “cultura clásica” y la “cultura nacional”, aquella cuya promoción y difusión incluye a todos los grupos sociales, así como a los creadores sin restricción de origen, corrientes estéticas, etc.

4. Se debe considerar que la cultura constituye un factor esencial para el desarrollo integral del hombre y de la sociedad. De nada servirá que una comunidad cuente con los servicios públicos básicos (agua potable, drenaje, alumbrado, etc) si no cuentan con satisfactores que propicien su desarrollo humano, la convivencia, el respeto, la comunicación, la preservación de la identidad. No se puede hablar del desarrollo integral de un pueblo si no se incluye la cultura.

5.Pero también la cultura debe ser tomada como un factor para procurar el desarrollo sustentable comunitario, el que protege los recursos ecológicos para las generaciones futuras. En este aspecto es necesario que la sustentabilidad se entienda como un concepto que rebasa lo meramente ecológico y llega a ser factor de la convivencia y de la seguridad de una vida con bienestar, pensando en el futuro y el derecho fundamental del hombre a tener asegurado un porvenir colectivo donde impere la paz y la democracia.

6. La actividad cultural oficial debe pasar a ser una política pública y no un simple programa, aunque se generen nuevas instituciones y estructuras. Para que la cultura sea una política pública las autoridades deben redimensionar su trascendencia, importancia y valor histórico y social.

La cultura como política pública debe tener como propósito fundamental satisfacer los derechos fundamentales del hombre y la colectividad, asegurar su acceso y participación en la vida cultural, el goce de las creaciones artísticas del pasado y del presente, disfrutar de los avances científicos para lograr un pleno desarrollo humano.

Cuando la cultura como actividad del gobierno esté al mismo nivel de importancia que las comunicaciones , el desarrollo agropecuario, la industria, en su ubicación en los organigramas oficiales, asignación presupuestal y su inclusión en los planes de desarrollo, podemos hablar de ella como una política pública. Esperamos que pronto, después de lo anterior; llegue a ser una política de Estado.

7. Un nuevo debate de la cultura debe partir, además, de un ineludible respeto a la diversidad cultural: diferente lengua, cosmovisión, religión, costumbres, ritos, etc. El reconocimiento de la diversidad cultural conlleva a una actitud de respeto, diálogo y convivencia entre iguales, y no se logra de manera mecánica e inmediata. Se vincula a la educación, pluralidad y apertura de criterios, constituyendo uno de los fundamentos de la democracia y conlleva la lucha contra la imposición de fanatismos y doctrinas excluyentes. Precisamente, el análisis de la diversidad cultural es el primero de los tres grandes ejes del Forum Barcelona 2004.

8. El actual debate sobre la cultura debe hacerse partiendo y aplicando nuevos paradigmas, categorías y conceptos que anteriormente no se consideraban. Un debate actualizado de la cultura debe considerar y pasar por el multiculturalismo, la sociedad de la información y el conocimiento, los medios de comunicación, la transculturalización, la contracultura, las nuevas tecnologías mediáticas, las industrias culturales, las culturas híbridas, la identidad nacional, etc.

9. La comunidad artística independiente de las instituciones oficiales, la que no recibe becas u otros apoyos cuenta hoy con una gran capacidad de organización, lo que hace que en su búsqueda de espacios, foros, medios, desborde los objetivos, planes y programas y tenga un público que la sigue y se solidarice con ella. Se trata de los creadores o comunidad cultural que generan lo que se puede llamar cultura alternativa. Su presencia se fortalece cada día más y sus propuestas muchas veces son ignoradas.

10. Debe analizarse cuidadosamente el discurso oficial de la cultura que por lo menos en lo inmediato se vincula al concepto de mercado cultural, considerado como la relación existente entre la oferta y la demanda de productos culturales, tanto externa como interna. ¿Qué productos culturales queremos vender y cuáles nos quieren comprar?. Ambos, el que se vende y el que nos compran pueden ser auténticos, representativos, originales, pero también pueden ser falsos, artificiales o meros remedos del auténtico folclor y la artesanía popular.

Las 10 premisas anteriores se vinculan, se cruzan, se complementan. Cada una de ellas nos puede llevar a trabajos amplios y minuciosos. Su aplicación en un debate serio y responsable de la cultura en mucho contribuirán a uno democrático.

Un nuevo debate sobre la cultura, implica un nuevo debate sobre la democracia serio y responsable, bajo una nueva visión y paradigmas actualizados, de lo contrario sería inadecuado y sesgado.

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