domingo, 9 de mayo de 2004

Magisterio y transición a la democracia

Una transición a la democracia como la que vive actualmente el país, sugiere una nueva cultura política que promueve la participación ciudadana, el respeto a los derechos humanos, la multiculturalidad y a las minorías, como otras tantas manifestaciones de una nueva ciudadanía, que cada día exige más información, nuevos mecanismos de diálogo pueblo-gobierno, revisión de políticas publicas, en fin, una Reforma del Estado.

En la generación de esta nueva cultura política, la educación juega un rol de gran magnitud, ya que de ella depende que niños y jóvenes tengan conocimiento de los principios y valores de una sociedad democrática y de las condiciones o elementos jurídicos, políticos y sociales que se requieren para que ésta se fortalezca y evolucione adecuadamente. Desde luego hablamos de una nueva educación, de un nuevo sistema educativo, de una nueva visión del país al que aspiramos a través del quehacer de la educación.
La celebración del próximo Día del Maestro nos debe llevar a reflexionar acerca del rol que el magisterio juega en la generación de la nueva cultura política a la que nos hemos referido y que debe conducir a cambios profundos que no pueden esperar más.
¿En México, el magisterio se encuentra preparado y dispuesto para participar activamente en los cambios políticos y sociales que se tienen que dar dentro de una alternancia política como primera etapa de una transición a la democracia?
Desde luego que sí. El magisterio como sector social y político cuenta a partir de la Revolución Mexicana con una gran tradición de lucha que lo ha llevado a participar en los grandes movimientos que han marcado la historia de México. El magisterio mexicano cuenta con momentos de gran trascendencia como lo fue la escuela rural mexicana. Desde otra perspectiva, se debe mencionar la participación del magisterio del nivel superior en el movimiento del 68, donde jugó un papel primordial y marcó una pauta en lo referente a la conjunción de intereses políticos y sociales con sus alumnos.
Hoy, el magisterio del nivel básico se mueve entre un corporativismo que lo controla, manipula y explota por un lado y, por otro, lucha por librarse de las estructuras de dominio que únicamente lo usa para ocupar espacios dentro del sindicalismo y el gobierno.
Creemos que el magisterio siempre se ha encontrado dispuesto para intervenir en los movimientos que le permitan participar en los cambios políticos que exige la sociedad.
Desde luego, nos referimos a un nuevo tipo de maestro cuya formación democrática, política y social, y no únicamente pedagógica, debe estar a cargo de las escuelas normales, de nuevas escuelas normales, atentas a los grandes cambios de la sociedad y de nuestro país.
Las aportaciones que el maestro puede realizar para participar y acelerar la transición a la democracia pueden ser varias y desde diferentes posiciones: como padre de familia, dentro del aula, como ciudadano.
Como padre de familia, el maestro debe procurar la defensa de los derechos humanos de sus propios hijos. Viene a nuestra mente, la historia común de la falla de los docentes en la formación y respeto a sus propios hijos.
Otra aportación puede hacerse a través de una práctica docente diaria que convierta la escuela en un espacio democrático, para dejar de repetir esquemas de poder y dominio donde se reproduce la desigualdad, inequidad e, incluso, la discriminación.
También, puede retomar su papel de agente de cambio con una nueva visión, no la idealista o de mártir como la que se forjó en los años 30 y 40 y que aún subsiste en algunos ámbitos. El maestro debe ser un nuevo agente de cambio para la democracia, anticipándose a los cambios sociales que se incorporan a destiempo en los programas escolares. De igual manera debe procurar generar una nueva cultura política como ya se mencionó anteriormente, que le permita ser crítico y participativo, no la cultura política parroquial y tradicional.
En este último aspecto debemos señalar, como ya lo hemos hecho en este mismo espacio, que en estos momentos se promueve una cultura política que con una fachada renovada pretende conservar o reproducir esquemas políticos caducos.
Por otra parte, el magisterio debe pugnar por romper y superar los esquemas corporativistas que aún lo atan en lo individual y como miembro de un gremio de primer nivel. Debe romper con las estructuras de subordinación, intolerancia y manipulación que evitan su participación libre y crítica en los nuevos movimientos sociales y políticos. Como resultado de lo anterior en el magisterio y sus organizaciones sindicales ha surgido una nueva cultura política que conlleva una conciencia social e histórica de los maestros.
En este marco, debemos mencionar que la agenda de las relaciones entre magisterio-Estado o concretamente gobierno-SNTE y otras organizaciones independientes se encuentran aspectos a tratar de manera clara y precisa. Cito tres ejemplos: el porcentaje del 8% destinado a la educación de acuerdo a las recomendaciones de la Unesco, en el caso del régimen foxista ¿se refiere al Producto Interno Bruto (PIB) o al Presupuesto de Egresos Federal (PEF)? Lo anterior no atañe únicamente al magisterio sino a todos los mexicanos.
Otro caso es la urgencia de una evaluación de las instituciones que forman y actualizan a los docentes, nos referimos a las escuelas normales y universidades pedagógicas. El tercer ejemplo es el cumplimiento real o ficticio de la gratuidad de la educación básica, ya que el concepto “gratuidad” se ha modificado y se encuentra bastante alejado de lo que en su origen se pretendió.Creemos que el magisterio mexicano y veracruzano se encuentra preparado y dispuesto para participar en una auténtica transición a la democracia. Su historia así lo demuestra.
Por cierto, no hay que confundir la historia del sistema educativo (políticas públicas, presupuestos, planes, programas) con la historia del magisterio (sus luchas, su integración como sector social y político, su participación en movimientos reinvidicatorios). Sucede a menudo por estos lugares.

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