domingo, 11 de abril de 2004

Contracultura cibernética y cibercultura

La contracultura es un movimiento social que surge, como es sabido, en Estados Unidos en la década de los 60. Este movimiento es integrado en su mayoría por jóvenes que protestan y rechazan los valores sociales tradicionales imperantes en ese tiempo. En un principio, contracultura fue un concepto vago y ambiguo. Se usó en general para caracterizar los movimientos contra las instituciones sociales y políticas, tradicionales y tradicionalistas.
Se vinculó en sus inicios con la sicodelia y el movimiento beat, el rocanrol, los rebeldes sin causa, las panteras negras, los hipies y otras conductas también denominadas contestatarias: uso de drogas, consumo de hongos. La contracultura pretende cambiar y reemplazar los valores y principios morales, sociales, políticos y los modos tradicionales de producir bienes estéticos y cuestiona, poniéndola en tela de juicio, la cultura oficial u oficialista. Aunque sea paradójico la contracultura pretende ser cultura, “la cultura”.
A veces, se identifica con la cultura subterránea o underground que no busca ser asimilada, subsidiada o pasar a formar parte del sistema, sino abrir espacios alternativos de expresión social y artística. También se denomina cultura alternativa o cultura marginal, o bien, nueva cultura.
La contracultura es crítica, irónica, burlona, áspera, ruda y hasta ofensiva y agresiva, ante los ojos y criterios de la tradición, de las buenas costumbres, del sistema. Se escapa de las normas, de lo establecido, de lo que debe ser, se opone a la convención social, al conservadurismo, a cualquier manifestación de poder vertical.
Este movimiento no se debe confundir con la oposición, pues cuestiona tanto a la derecha como a la izquierda como soporte de una cultura vertical y autoritaria. La contracultura no nace de una ideología, sino que es espontánea e independiente.
Como todo movimiento social y real la contracultura tiene una propuesta: acabar con formas sociales que ya no responden a las nuevas dinámicas de los jóvenes, mujeres, organizaciones civiles, profesionales, artistas, ciudadanía. Se buscan nuevos espacios de expresión social y el rechazo a esquemas políticos y la promoción de nuevas manifestaciones artísticas.
Se puede afirmar que la contracultura siempre ha existido, pues permanentemente se han registrado movimientos que se han opuesto a la cultura oficial o dominante. ¿En México el movimiento estridentista constituyó una contracultura? Cada cultura ha tenido en ciertos momentos una contracultura.
En México, se inicia en los años 60, igual que en Europa y Estados Unidos y es un movimiento que prolonga o retoma las manifestaciones de otras latitudes: vestimenta, actitudes, música, cuestionamiento de la familia como institución nodal de la sociedad, etc. En nuestro país ¿quién no conoce o se ha enterado del mercado de El Chopo, como catedral de la contracultura? y de los movimientos punk, dark; de los graffitis y últimamente de los perfomances e instalaciones, estos dos ya posicionados en espacios oficiales. Se dice, también, que en México nunca existió una contracultura, que fue y es débil, además de manifestarse a destiempo y que siempre es asimilada y controlada por el sistema, que la devora, la manipula y la hace suya.
En el campo artístico un ejemplo de lo anterior es el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que a través de las becas que otorga a grupos y artistas hace que muchos de ellos con proyectos novedosos y producción renovadora dependan del subsidio mensual y pasen a formar parte de la cultura subvencionada, y que la posibilidad de una contracultura cuestionadora, crítica y alternativa se pierda o se esfume periódicamente, tornándose menor, surgiendo una relación un tanto perversa entre Estado y artista. Así, la contracultura pasa a ser cultura. Pareciera que ese es su destino fatal.
Lo anterior es criticado, ya que se argumenta que un artista independiente no es el que subsiste a través de una beca. Si bien en contraparte se dice que un auténtico proyecto cultural no pierde su espíritu, esencia o contenido renovador ante cualquier apoyo oficial. Lo anterior puede ser motivo de una reflexión o análisis específico.
La contracultura en el campo artístico tiene como finalidad ingresar el marcado cultural, haciendo que la producción de los artistas circule, se conozca, se consuma: libros, pintura, música, danza. De una manera u otra la contracultura presenta dos ventajas: ser un contrapeso de la cultural oficial y enriquece la oferta cultural pública y privada.
Sin embargo, se debe tener cuidado, llámese como se quiera, y saber diferenciar las expresiones de la contracultura con otras que resultan carentes de autenticidad y espontaneidad y que son producto de la mercadotecnia o la comercialización internacional: modas, poses, actitudes, corrientes religiosas, falsos movimientos reinvidicadores, etc.
Si tomamos la cultura en un sentido amplio como el conjunto de conocimientos, costumbres, usos y formas de comportamiento, así como instituciones tradicionales y a veces caducas, podemos observar que al finalizar el siglo pasado y lo que va del actual se presenta un movimiento o corriente que de ser considerado innovador a pasado a ser asimilado o asumido por el sistema: la contracultura cibernética y la cibercultura, nombres un tanto convencionales pero al fin con un contenido propio, definido, concreto. Ambos vinculados a la sociedad de la información y del conocimiento y a la política digital.
El avance y penetración de las nuevas tecnologías de comunicación han venido a revolucionar y avasallar viejos modos, costumbres, hábitos y esquemas de relación, principalmente la Internet, que ha dado como resultado que surja el concepto de la Sociedad de la información y del conocimiento.
Pero el uso de la Internet y la integración a la red de jóvenes y niños, hace algunos años resultaba novedoso, innovador y asombraba a padres, hermanos, la familia toda y, lo que es premonitorio, maestros, ya que venía a cimbrar usos, costumbres y esquemas escolares y educativos.
Algunos ejemplos ilustran lo anterior: los temas de las tareas se buscan en la Internet, los padres de familia procuran antes que su hijo sea señalado o menospreciado adquirir una computadora, todas las ciudades están invadidas por Cafés Internet o despachos donde 15 o 20 computadoras están alquiladas todo el día, los niños se comunican con maestros, compañeros y amigos por la Internet. Es decir, la Internet revolucionó usos y costumbres infantiles, familiares y sociales.
Ante la penetración de la Internet, lo anterior se agudizó en la última década del siglo pasado. Algunos ejemplos son los siguientes, por citar únicamente algunos: desplazamiento de los medios de comunicación convencionales, como la televisión y la radio; aparición de los sitios web de muchos periódicos, lo que significó su incorporación a esta nueva era de la información (¿qué periódico que se precie de su posicionamiento no cuenta con una página en la Internet?); la aparición y consolidación de los blogs, como sitios de publicación de información personal; periodismo multimedia; aparición de páginas web de todos o casi todos las dependencias oficiales e instituciones académicas; y algo verdaderamente ventajoso: la realización de toda clase de trámites por la Internet; y lo más personal: adopción de toda persona, niño o joven, de un correo electrónico (“dame tu correo electrónico” se dice hoy y no “dame tu teléfono”, “te mando un mensaje”; “déjame ver mi correo”); etc.
Pero lo que es más importante: la Internet sacudió o sacudirá a la escuela como institución encargada de la transmisión de conocimientos. La hasta hace poco contracultura cibernética requirió o requiere nuevos conocimientos por parte de los docentes, también de ellos mismos un nuevo esquema didáctico y la incorporación de toda escuela como institución y del sistema educativo en general a una nueva política, nuevos programas y otra actitud ante la necesaria actualización de conocimientos.
La Así, la incorporación de la escuela y del sistema educativo a la sociedad de la información y del conocimiento es urgente. Pero en este proceso ha sucedido lo que anteriormente hemos mencionado, de una contracultura, el uso de nuevas tecnologías y adquisición de conocimientos, la contracultura cibernética, hemos pasado a una cultura cibernética, pues la primera ha sido asimilada y asumida por el Estado, estableciéndose una política digital planteada por el gobierno y políticos candidatos a todo. Esta política digital se puede abordar con diferentes visiones o enfoques: jurídico, social, político y educativo, por lo menos.
Desde el punto de vista jurídico, el funcionamiento y el contenido de la red no está normado, lo cual incumbe a todos los países, autoridades y responsables del sistema educativo. Pensemos en la pornografía y el mercado sexual. Se han efectuado congresos internacionales y elaborado propuestas pero no existe nada firme. Precisamente, la regulación es un reto abordado en la pasada Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, celebrada el pasado noviembre en Suiza.
Por otra parte, la brecha digital se hace cada vez más profunda y su impacto social en cuanto a marginación y discriminación social en lo general y educativa en lo particular es cada vez mayor. La brecha digital entre ricos y pobres, los que tienen o no tienen acceso a la Internet se patentiza entre norte y sur, país y país, regiones, generaciones y en lo estrictamente local entre barrios, fraccionamientos, colonias y dentro de los espacios escolares, entre alumnos y entre alumnos y maestros.
En cuanto a lo político, la cibercultura o política digital ha sido adoptada como bandera del adelanto o de la modernización. La SEP ha dado a conocer que sustituirá paulatinamente, a partir de 2004, los pizarrones por computadoras y un monitor de grandes dimensiones. Esto se iniciará en quinto o sexto grado para ampliarse a todos posteriormente. Lo anterior con una inversión de 1500 millones de dólares.
El aspecto meramente educativo resulta primordial en su análisis y merece un trabajo particular. Basta mencionar que Fox ha manifestado que se iniciará próximamente el proyecto Enciclomedia, cuyo objetivo es digitalizar el contenido de los libros de texto gratuitos y apoyarlo con información adicional.
Podemos concluir que de aquella contracultura cibernética de los años 80 y 90 hoy hemos pasado como en otros casos a una cultura cibernética oficial o cibercultura. Lo interesante es que se ha llegado o todo parece apuntar a que estamos ante una política digital que pasa a ser política pública y que requerirá maestros innovadores, cambios en los programas de las escuelas normales, nuevos espacios educativos, una nueva actitud de los padres de familia, etc. para pasar a formar parte de la Sociedad de la información y del conocimiento.

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