domingo, 14 de marzo de 2004

Liderazgo político para la transición a la democracia

El dos de julio de 2000, después de haberse logrado la autonomía, ciudadanización y consolidación de las instituciones electorales en México tras diez años de perseverar por alcanzar este objetivo, además de haber marcado el inicio de la alternancia política como una nueva etapa de los mexicanos, también representó la culminación de diferentes procesos políticos, económicos y sociales: el fin de un partido hegemónico; el reacomodo de grupos, corrientes y tendencias dentro de cada partido; el surgimiento de nuevos actores políticos; alianzas políticas inéditas; escenarios políticos inesperados; consolidación de nuevos factores de poder; nuevos liderazgos y el cuestionamiento de otros; etc.
La derrota del partido hegemónico que durante 71 años detentó el poder y la llegada a Los Pinos de un partido nuevo, provocó la caída de los viejos y tradicionales liderazgos que ante escenarios inéditos han sucumbido para dar paso a otro tipo de liderazgo político. Obviamente, las características de éste debe diferir del que por muchos años prevaleció en nuestro país, y que por ello a ciertos teóricos o estudiosos del tema le parecían naturales.
Respecto al nuevo liderazgo que surge en la presente alternancia política se cuestionan diversos aspectos que ponen en duda su efectividad para dar paso a la transición a la democracia, como meta u objetivo último. Lo anterior se acentúa después de las elecciones del pasado 6 de julio de 2003, donde los resultados y el abstencionismo observados hacen que se agudicen algunas de las carencias y diferencias que se venían presentando en el Ejecutivo Federal y que los escenarios políticos se compliquen al interior de los partidos y en las relaciones de éstos con el gobierno, teniendo como eje la siguiente sucesión presidencial.
A continuación se presentan algunos elementos necesarios para que los liderazgos políticos avancen hacia una plena democracia en nuestro país. En atención al espacio disponible, no se analizan las relaciones política-poder y liderazgo-seguidores, ya que consideramos que son motivo de estudios particulares, así como el liderazgo mediático y la relación liderazgo-ideología, liderazgo-partidos políticos y liderazgo-sociedad civil.
Por otra parte, cada uno de los elementos que convergen en los liderazgos políticos merecen un análisis amplio, ya que se han convertido en materia cuyo estudio deriva en conclusiones que en mucho coadyuvarán a entender los actuales escenarios llenos de escándalos en torno a la corrupción, el chantaje y la simulación y a prever los que se darán en las elecciones del 2006.
El liderazgo ha existido a lo largo de la historia de la humanidad y en todos los ámbitos de la sociedad. Su estudio se inició confundiéndolo con la dirigencia formal y la autoridad, si bien estas categorías y el liderazgo se pueden condensar en una persona.
El estudio del liderazgo se inició en el ámbito de la sicología, analizándose las cualidades y virtudes que deben poseer los líderes. Más tarde pasó a la sicología social, otorgándole mayor valor al impacto y manejo que de sus seguidores hace el líder.
En otra etapa, el liderazgo pasó a merecer la atención de la sociología política, dada la interacción de los líderes y sus seguidores y al papel que juega en la interpretación y representación del grupo que encabeza, dirige o promueve. En esta misma etapa, se inició el estudio de los seguidores del líder, su naturaleza, sus anhelos, los motivos de su lucha y el contexto socioeconómico en que se desenvuelven. El estudio del liderazgo, entonces, se amplió: del análisis del líder pasó a los seguidores de éste.
En la actualidad, la relación del liderazgo y el poder ha motivado que la ciencia política se ocupe de esta interacción y de manera sobresaliente en los procesos que caracterizan la actual etapa histórica como la que vive nuestro país: una alternancia política como inicio de la transición a la democracia.
Liderazgo es aquel proceso mediante el cual sistemáticamente un individuo o un grupo ejerce más influencia que otros en el desarrollo de las funciones colectivas. No se trata, pues, de influencias ocasionales o esporádicas, ni de influencias ligadas al ejercicio de una tarea grupal concreta. Se trata de una influencia permanente, que tiene un referente colectivo, y que se dirige sobre un número relativamente amplio de personas y durante un tiempo determinado.
El liderazgo político se caracteriza porque el líder o grupo de líderes que lo ostentan poseen la capacidad para detectar las debilidades de una estructura social, que permitirán definir y encabezar movimientos de ruptura, reforma o revolución. El líder político no es aquel personaje revestido de características míticas, cuasi mágicas o anormales que puede crear de la nada a través de su dominio o de su poder estructuras a voluntad. El auténtico líder político es el que tiene que luchar contra esquemas tradicionales, encabezar movimientos, romper estructuras y establecer cambios (Willner, 1984).
La aparición de nuevos liderazgos políticos se ve favorecida por las crisis sociales, económicas e institucionales. Cuando las estructuras se tornan obsoletas y caducas y las instituciones no responden a las expectativas de la sociedad debido a su anquilozamiento, surgen nuevas propuestas de desarrollo que implican un cambio, una alternativa. Este nuevo liderazgo político surge, entonces, en una etapa de incertidumbre, de sentimientos colectivos o sociales de descontento o malestar contra el sistema imperante.
Como se ha podido observar, la propuesta del nuevo liderazgo político se integra de una "traducción" de la molestia o descontento social en una exigencia concreta, una propuesta ideológica diferente a la inoperante, si bien no tiene que ser forzosamente nueva, y una visión diferente del país.
Precisamente, entre la situación que priva en un momento dado y la nueva etapa se tiene que dar un camino que es la transición y para llegar a ésta se da un proceso político, que se concretiza en las elecciones. El liderazgo que surge en este momento es un liderazgo carismático, que por lo regular hará referencia a la esperanza y a la fe. En nuestro país se pueden señalar varios ejemplos en este momento: la "ciudad de la esperanza" de Andrés Manuel López Obrador y "tengamos fe en el cambio" de Martha Sahagún de Fox.
El liderazgo político se inspira en la convicción o en la entrega emocionada de sus seguidores, en tanto que el dirigente confía en la disciplina de sus correligionarios y en la solidez de la organización.
Como ya se mencionó, actualmente el análisis del liderazgo político comprende el estudio de los seguidores de quien lo asume. De esta manera, se han llegado a establecer dos aspectos: el liderazgo político que perciben los seguidores y el que en realidad es (liderazgo percibido y liderazgo real), coincidiendo a veces y otras no (Willner, 84).
Cuando el liderazgo político asume el poder y está en posibilidad de realizar su propuesta, también estará a prueba la coincidencia de lo que los seguidores han percibido con lo real. En caso contrario, los seguidores entrarán en una etapa de reclamo ante el desencanto y la desilusión de ver que sus anhelos no se cumplen.
Por otra parte, los liderazgos políticos varían según el tipo de sociedad (Chilton y Schaüfner, 2000). Para caracterizar a ésta se establecen los grados de cercanía o coincidencia entre el acuerdo social declarado y el acuerdo social real. Al primero se le denomina mensaje explícito. Al segundo se le puede llamar mensaje subyacente. El primero se plasma y formaliza en normas, acuerdos, leyes, procedimientos legales; el segundo se concreta en las conductas habituales de los individuos o de las instituciones que integran una comunidad.
Si el discurso explícito se da en la práctica y conducta habitual de los individuos e instituciones de manera dominante, estamos frente a una sociedad integrada. Cuando el discurso explícito no corresponde de manera dominante a la conducta habitual de los individuos e instituciones, estamos frente a una sociedad escindida o fragmentada. En este último caso, se trata de una crisis política y social. Una cosa es lo que se declara y otra es la que se dispone y hace.
En las sociedades integradas los líderes se posicionan en uno de dos bandos: los que aseguran la continuidad del acuerdo social y, a veces también, propician su renovación; y los que lo desconocen y violentan las normas que lo sostienen.
Por otra parte, el liderazgo político en manos de una sola persona supone riesgos: primero, el de equiparar el poder con la habilidad para obtener resultados inmediatos ("en quince minutos resolveré el problema de Chiapas" dijera Fox); segundo, el riesgo de ignorar los diferentes caminos por los que se puede acumular legítimamente poder y caer en la ilegalidad; y tercero, el riesgo de perder el control por el afán de obtener más poder. La necesidad de acotar estos riesgos, implica el desarrollo de un liderazgo colectivo y un manejo ético. (¿Andrés Manuel López Obrador?)
En los últimos tiempos ha surgido un nuevo estilo de liderazgo político: el liderazgo mediático, que basa su poder de penetración en los medios de comunicación, principalmente la prensa y la televisión. Hoy no se puede concebir un líder político sin presencia en los medios de comunicación, de ello depende su capacidad de convencimiento y convocatoria.
Sin embargo, en México, de acuerdo al elevado abstencionismo que se presentó en las pasadas elecciones del 6 de julio, y que aún no ha sido analizado suficientemente, la gran perdedora fue la mercadotecnia, que no logró que los candidatos y sus partidos impulsaran una mayor participación del electorado.
Así, el liderazgo político constituye la capacidad de influir, directa o indirectamente, en los procesos de toma de decisiones políticas, de tal manera que las decisiones del líder son asumidas por los otros actores de acuerdo a determinados elementos de cultura política, socioeconómicos y sociológicos.
El proceso de la transición a la democracia en diferentes países ha traído aparejado el surgimiento de nuevos liderazgos políticos, los cuales han marcado un cambio en la imagen que tradicionalmente se tenía de ellos. De manera general se pueden citar elementos o características que deben poseer o asumir los liderazgos políticos necesarios para impulsar una transición a la democracia.

- Más que un liderazgo individual se trata de auténticos liderazgos colectivos, que si bien son condensados en una sola persona, constituyen la suma de la propuesta o proyecto de un grupo precursor o revolucionario, partido político, movimiento social, etc.
- Debe ser un liderazgo innovador y precursor o revolucionario con una visión perfectamente definida de los objetivos que se pretenden, para que se convierta en un "facilitador" del cambio de las estructuras del sistema político en que se encuentra inmerso. Este liderazgo no solo promueve o permite el tránsito hacia la democracia, sino que convierte a éste en su objetivo prioritario, poniendo en juego todos sus recursos y estrategias a disposición del mismo. Algunos de esos objetivos son: la Reforma de Estado; consolidar el Estado de Derecho; impulsar una mayor democracia participativa; mejorar el sistema de justicia, etc.
- Debe contar con la capacidad y habilidad políticas para desmontar o cambiar las estructuras constituidas por instituciones caducas, obsoletas e ineficaces, que son el reducto de prácticas y esquemas del viejo régimen. Tal es el caso de las instituciones que conforman el sistema de justicia, el llamado sector agrario, las dependencias de atención a las etnias y la previsión social, entre otras muchas.
- El liderazgo político para la transición a la democracia debe gozar de legitimidad, que se traduce en el respaldo y apoyo de la sociedad a los proyectos de cambio que se le han presentado y que ésta considera necesarios para entrar a una nueva etapa histórica.
- Debe contar con la confianza política de la ciudadanía y de la sociedad en general, como elemento primordial para la gobernabilidad. La confianza política se construye en un proceso que parte de la credibilidad de la sociedad en un proyecto de nación, en una propuesta de cambio de instituciones, en una Reforma de Estado. Esta confianza política no se da únicamente hacia la sociedad, sino que se inicia y se da al interior de los partidos y cuando se pierde la estructura y la cohesión de éstos se tambalea y entra en crisis, como sucede actualmente con los liderazgos del PRD y del Partido Verde, entre otros.
- La legitimidad, confianza política y credibilidad se conjugan y constituyen elementos esenciales del liderazgo político. En la medida en que este liderazgo político responda con inmediatez a las expectativas de cambio de estructuras e instituciones estos elementos se verán fortalecidos o en caso contrario se irán perdiendo, lo que daría paso a un retroceso y en caso extremo a la ingobernabilidad.
- Algunos autores identifican la transición a la democracia con la Reforma del Estado, por lo que creemos que el liderazgo político debe estar convencido de que ésta es uno de sus objetivos, que debe ocupar un lugar primordial en la agenda política y no relegarla o confundirla con algunos cambios institucionales y estructurales irrelevantes y aislados. Otro motivo para no lograr la Reforma del Estado es, obviamente, la falta de capacidad política.
- Un consenso amplio, explícito y permanente en torno al sustento ideológico y político del tránsito encaminado al cambio de estructuras e instituciones caracteriza al liderazgo para la transición a la democracia. El consenso implica habilidad para negociar y pactar a fin de eliminar conflictos. Este consenso como todo proceso político se construye y culmina, aparte de otros ámbitos, en el Congreso de la Unión y en los medios de comunicación. Constituye un proceso complejo y en él intervienen múltiples factores, pero resulta primordial para arribar a un sistema político democrático.
- El liderazgo político para la transición debe tener como sujeto de su agenda política y social al ciudadano, como ente básico de una democracia participativa y plural. Esto implica una reconceptualización de la ciudadanía, de la participación social y política, para culminar en la generación de una nueva cultura ciudadana.
- Otra característica de este tipo de liderazgo es el pluralismo en el más amplio sentido, lo que implica no sólo un discurso; sino una práctica cotidiana que derivará en un proceso también complejo: el deslindamiento o alejamiento de una propuesta partidista para pasar a un proyecto nacional.
- Un elemento necesario en este proceso es la comunicación política, entendida como un factor que se vincula a la opinión pública y que en la Sociedad de la Información no se puede soslayar. La comunicación política permite ejercer un liderazgo cercano, establece una interlocución fluida y abierta y da paso a la consolidación del grupo líder.
Cada uno de estos elementos no se presenta de manera aislada, sino que se conjugan para conformar el perfil del nuevo liderazgo que venimos tratando.
Como ya se mencionó, cada una de estas características pueden ser objeto de estudios y análisis más amplios, que permitirán conocer y comprender la naturaleza y evolución de los nuevos liderazgos políticos para la transición a la democracia.
Así, respecto al liderazgo político para la transición a la democracia se puede llegar a las siguientes conclusiones.
- La transición a la democracia conlleva el surgimiento de un nuevo liderazgo, cuyo perfil debe presentar características y elementos que correspondan, también, a los nuevos contextos histórico, político y social y a las expectativas de los electores.
- Algunos liderazgos anteriores a la alternancia política que vive México presentaron características de los nuevos. Desde luego, fueron aislados o excepcionales y los constituyeron políticos precursores o revolucionarios.
- Todos los aspectos que se han enumerado como características del nuevo liderazgo político implican en varios casos una reconceptualización de paradigmas, categorías, elementos y factores que convergen en una nueva etapa histórica: la transformación del Estado.
- Se debe evitar la confusión de estos nuevos liderazgos políticos con el caudillismo, fenómeno político que siempre se ha presentado en México y Latinoamérica. (¿Cuauhtémoc Cárdenas?)
El actual liderazgo político de nuestro país llega al poder con muchos de los elementos citados, pero en un proceso vertiginoso los ha ido perdiendo, al no lograr su fortalecimiento y dar paso al desencanto, desilusión, inconformidad o molestia ciudadana, incluso al estallido social, convirtiéndose en un liderazgo debilitado. Esto ocasionará que se convierta en un liderazgo político efímero que únicamente marcó la alternancia política pero no continuó hacia la transición a la democracia. Concluyo con una interrogante ¿Las transiciones a la democracia acaban o devoran a los liderazgos políticos?

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