lunes, 11 de agosto de 2008

CULTURA Y DERECHOS INDÍGENAS, ASIGNATURA PENDIENTE

Hace 14 años, en 1994 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tomó el acuerdo de que el 9 de agosto de cada año, durante el Primer Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas, se celebrara el Día Internacional de los Pueblo Indígenas. El 20 de diciembre de 2004 la ONU acordó establecer el Segundo Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas (2005-20014), incluyendo también la celebración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.

Conviene recordar que en el Art. 1º del Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se asienta que un pueblo es considerado indígena “por el hecho de descender de poblaciones que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales y que cualquiera que sea su situación jurídica, conservan todas sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. Además, la conciencia de su identidad indígena o tribal deberá considerarse un criterio fundamental para determinar los grupos”.

También, se debe considerar la posición adoptada permanentemente por los representantes indígenas ante los distintos órganos de la ONU consistente en que corresponde al propio indígena y al pueblo en su conjunto decidir quiénes son indígenas, proponiendo la autodefinición y otros elementos como la ascendencia, la identidad colectiva, la aceptación por el grupo, el vínculo histórico en la tierra y el idioma. Esta posición guarda coincidencia con estudios sociales respecto a la elaboración de los criterios censales desde la perspectiva de los pueblos indígenas y de los especialistas no indígenas.

Para el informe Panorama Social de América Latina 2006 elaborado por la ONU y por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en estos momentos iniciales del siglo XXI los pueblos indígenas en todo el mundo suman entre 350 y 400 millones de personas, que representan mas de 6000 lenguas y culturas, ubicadas en alrededor de 70 países. En América Latina y el Caribe vivirían entre 30 y 50 millones de indígenas y se hablarían alrededor de 860 idiomas y variaciones dialectales. Para la fuente citada anteriormente, México cuenta en el presente decenio con 62 pueblos indígenas y con una población aproximada de 6,101630 que constituye el 6.4% de su población total.

De acuerdo al Plan Veracruzano de Desarrollo en nuestra entidad se cuenta con cerca de 800 mil habitantes indígenas, que constituyen el 10.4% de la población y entre los que se cuentan, atendiendo el criterio lingüístico, los aguacatecos, tepehuas, popolucas, zoques, chinantecos, huastecos, mazatecos, totonacas, otomíes, zapotecas y náhuatls.

El Informe sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas de México 2006 elaborado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), expresa que “un obstáculo recurrente para el desarrollo humano de un país como México han sido ciertos mitos acerca de la relación entre diversidad cultural y sociedades incluyentes y a la influencia negativa que éstos han tenido en la construcción de nuevas formas de pensamiento que permiten la adopción de concepciones abiertas a la coexistencia de expresiones culturales diversas.”

Estos mitos surgen de perspectivas equivocadas del papel que cumple la cultura, la diversidad cultural y la libertad cultural, respecto al desarrollo integral y sostenible. El Informe de la ONU mencionado en el antepenúltimo párrafo presenta tres mitos: 1. Algunas culturas tienen mayores probabilidades de desarrollo que otras; 2. La diversidad cultural conduce inevitablemente a choques en torno a valores; y, 3. La diversidad cultural es un obstáculo para el desarrollo.

Se puede afirmar en cuanto al primer mito, que quienes lo sostienen no tienen bien conceptualizada una relación clara entre cultura y desarrollo. En el segundo caso, se desconocen los derechos culturales de cada pueblo para conservar y preservar sus identidades culturales y fomentar la tolerancia, el respeto a los otros y la convivencia pacífica, todo ésto a través de políticas multiculturales. En el tercer mito, se desconoce que la diversidad cultural constituye una riqueza y un potencial para el desarrollo diversificado, pero a la vez integral de los pueblos.

Con motivo del pasado Día Mundial de los Pueblos Indígenas, que en Veracruz pasó casi inadvertido, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, emitió una Declaración en la que expresa, entre otros aspectos, que “Con toda su importancia, la proclamación de ese día no fue sino el preludio de un hito aún más trascendental: la adopción por la Asamblea el pasado otoño de la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas. La Declaración es un elemento pionero en el tratamiento de los derechos humanos de los pueblos indígenas. En ella se establece un marco en el que los Estados pueden construir, o reconstruir, sus relaciones con los pueblos indígenas. Constituye el resultado de más de dos décadas de negociaciones y ofrece una oportunidad vital para que los Estados y los pueblos indígenas fortalezcan sus relaciones, promuevan la reconciliación y velen por que no se repitan los errores del pasado. Aliento a los Estados Miembros y a los pueblos indígenas a que se acerquen en un espíritu de respeto mutuo y hagan uso de la Declaración como el instrumento vivo que es para que pueda tener una influencia real y positiva en todo el mundo”.

Una manera de coadyuvar a lo expresado por Ban Ki-moon es que en el congreso local no se soslayen ni manden a la “congeladora” las Iniciativas de Leyes sobre cultura y derechos de los pueblos indígenas que constituyen una asignatura pendiente, un rezago legislativo que no debería ser, un rezago que nos denigra, pues otras entidades federativas cuentan con ellas, si bien son perfectibles.

Recordemos que al proteger la cultura y derechos de los pueblos indígenas estaremos impulsando políticas multiculturales que constituyen un indicador de las democracias modernas, de las democracias ciudadanas, de las democracias directas, de las democracias participativas.

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