Vivaracha, extrovertida, audaz, desenvuelta y lidereza carismática. Toda su vida soñó con ser una artista famosa, encueratriz, exótica, asediada por pretendientes chorromillonarios. Su espacio vital, una vecindad, la vio emprender iniciativas contra el alza del costo de comestibles, insumos básicos y medicinas, pero también encabezar “guerrillas” y mítines contra las autoridades abusadoras. Siempre se le observó con una pretendida elegancia para asistir a fiestas y reuniones imaginarias. Con una figura esbelta, ropa sofisticada y caminar distinguido, nunca pasó inadvertida.
Sí, me refiero a Borola Tacuche, personaje central de La Familia Burrón de Gabriel Vargas, su autor, padre, dueño y tutor, que junto a ella ha visto transcurrir por décadas la vida de México, la evolución de sus barrios y vecindades y, principalmente, su lenguaje, ese lenguaje popular que ha sabido registrar y valorar, tomándolo como una expresión social que nos retrata, dibuja, refleja y nos identifica.
Precisamente, el día 23 del mes anterior, Gabriel Vargas recibió la presea Ciudad de México, que otorga el gobierno del Distrito Federal y que compartió con la crotalista Sonia Amelio, el historiador y humanista Miguel León-Portilla y Don Fernando Hiriart (post mortem).
A las generaciones de jóvenes poco o nada les ha de decir el nombre de Gabriel Vargas y, menos, quizás, el de su obra más significativa: La Familia Burrón, que apareció publicada por primera vez en 1948 y que hoy es desconocida y menospreciada por muchos. . Esta historieta tuvo como antecedentes en otros países y con otros tonos a Andrés Audiffred en el dibujo y a Germán Butze en la trama. En México a Los Superlocos del mismo Gabriel Vargas que aparecía en “Pepín” con su famoso personaje Don Jilemón Metralla. Se debe mencionar que en su mejor época, los años sesenta y setenta del siglo pasado, la historieta llegó a tener un tiraje de 500 mil ejemplares, que en este momento se encuentra reducido a unos cuantos millares.
Gabriel Vargas nació en el estado de Hidalgo, iniciando sus trabajos en el campo de las historietas con diversos personajes como Cuataneta, Kid Vejigo y don Jilemón Metralla. Actualmente, una famosa editorial ha compilado a La Familia Burrón y ofrece varios tomos de ella. Por nuestra parte, guardamos celosamente dos tomos mandados a encuadernar que nos obsequiara hace años el maestro Víctor Raúl Domínguez.
La Familia Burrón esta integrada por personajes que todos conocemos: en primer término Don Regino, el zotaco y su famosa peluquería “El Rizo de oro”; Borola Tacuche, su esposa; sus dos hijos, Regino “El Tejocote” y Macuca; su hijo adoptivo Foforito, hijo de Susanito Cantarranas y desde luego el perro Wilson. También aparecen de manera circunstancial la millonaria y excéntrica Tía Cristeta; el hermano de Borola, el ladronzuelo Ruperto Tacuche; Floro Tinoco “El Tractor” y su padre milloneta Don Titino Tinoco; el poetastro Avelino Pilongano y su mamá Doña Gamusita y Juanón Teporochas, el cacique del pueblo de San Cirindango.
La vida de La Familia Burrón se puede situar en cualquier vecindad del suelo nacional y a lo largo de la época postrevolucionaria, ya que sus problemas, sus sinsabores y sus pequeños triunfos rebasan la vecindad que el autor ubica en el Callejón del Cuajo en el Distrito Federal y se presentan en cualquier barrio o colonia donde habiten personas de escasos recursos económicos, a veces muy escasos como lo son desempleados o subempleados.
Desde luego, el personaje central de la historieta lo constituye Borola Tacuche de Burrón, que sufre los estragos de la pobreza pero no desiste de sus anhelos por mejorar económicamente, que goza y comparte la miseria con sus vecinas, pero no abandona los sueños que la transportan a París y Acapulco, a ser vedette y a recordar una juventud dorada ya lejana, que acepta a regañadientes su situación social que la hace convertirse en líder y encabezar a sus compañeras de vecindad para realizar manifestaciones contra los hambreadores, asaltar la carnicería de la esquina, organizar posadas y acciones de solidaridad cuando alguien sufre un descalabro, con peleas de box y rifas que nuca se efectúan.
Borola Tacuche (precisamente “tacuche”: saco de casimir u otra tela fina que se pone alguna persona no acostumbrada a ello o nunca vista con ese atuendo: “va de tacuche”, “y ahora porqué de tacuche”) encarna a la mujer mexicana que sufre y goza, que tiene enfrente una triste realidad pero que anhela mejorar, a la esposa que comparte con el marido las miserias, pero también personifica a la mujer que lucha día con día para que le alcance el gasto semanal.
Sin embargo, en la misma historieta de Gabriel Vargas tenemos la contraparte del espíritu luchador de Borola, y es su propio esposo: don Regino Borrón el zotaco, peluquero amargado, acomplejado, sumiso ante la situación social y económica que lo aplasta y lo denigra, conforme con su vida y eterna rutina.
Así, a partir de diversas dicotomías: conformidad e inconformidad, sumisión y rebeldía, tristeza y alegría, amargura y felicidad, realidad y ensoñación, encarnados magistralmente por la pareja dispareja: Borolas-Regino, Vargas construye su mensaje a través de una historieta llena de color y vitalidad.
En 1986, Bambi, famosa periodista relata en un artículo que al entrevistar a don Alfonso Reyes sobre el argot, el literato regiomontano le contestó “-no es necesario decir argot, Bambi, ya que en nuestro idioma existe la palabra jerga que significa lo mismo. Y en este dominio, don Gabriel Vargas nos da a todos, día con día, lecciones inapreciables, por su conocimiento profundo del modo de hablar en los barrios de la capital”.
Varios estudiosos se han ocupado de la obra de Gabriel Vargas, pero desde luego preferentemente de La Familia Burrón, por lo que se le ha tratado como un experto del lenguaje popular, sociólogo, cronista y desde luego gran dibujante. En este caso, es mejor que él hable de su obra.
En una amplia entrevista que le concedió a Carolina Velásquez expresó: “soy absolutamente citadino. Nací en Tulancingo, Hidalgo, una ciudad pequeña, tierra de valientes a caballo, muy matones y enamorados. Pero llegué aquí a los 4 años, si hubiera un lugar más grande que el D.F ahí estaría. De la ciudad de México me gusta todo…conocí, la vida de muchas mujeres. Escuchaba sus problemas y les ayudaba con dinero, zapatos o medicinas. Comprobé que eran mujeres abandonadas por la fortuna, siempre me preocuparon las mas feas. Algunas vivían tragedias desgarradoras. Aquí entre nos, en la historieta siempre he estado de lado de la mujer, la he defendido. Sobre todo a las indefensa y humildes, a las que no tienen ilustración…”
A la pregunta ¿en qué se basó para crear a La Familia Burrón?, Vargas contesto:
-Yo quise hacer un héroe de la clase media, un mexicano como hay miles en el país, aun cuando son personas inteligentes no pueden salir de donde están por más esfuerzos que hacen. Tal parece que la adversidad los persigue. Originalmente la historieta se llamó El Señor Burrón o Vida de Perro, a los pocos capítulos cambio a La Familia Burrón. Don Regino es el héroe, un hombre de carácter reposado e inteligente. Si su familia vive en la pobreza más completa es porque él no acepta más dinero que el ganado por su esfuerzo. Doña Borola es una mujer de nobles sentimientos que es capaz de cometer los peores excesos por cuidar de su familia y conseguir alimentos para sus hijos. No se le cierra el mundo ante nada y sabe salir airosa de sus más grandes dificultades…”
Más adelante don Gabriel Vargas expresa “La Familia Burrón es para mí una forma de ganarme la vida. La han calificado como un clásico de la historieta en México. No sabría asegurar si lo es. Me conformo con recibir las cartas de tanta gente y saber cómo muchas personas se ven reflejadas en las aventuras que público. De los personajes me olvido en cuanto termino el argumento. Me siento a trabajar de la mima manera que un abogado o un médico atienden a sus pacientes. Si pensara en todos mi cabeza sería una olla de grillos. Manejo 55 figuras. Las alterno en la historieta para no hacerla tan aburrida. Han pasado mas de 40 años y no me canso de a familia Burrón. Escribo con gusto los argumentos de mis monigotes como el primer día”.
No podemos dejar de citar a uno de los admiradores más fieles de La Familia Burrón: Carlos Monsiváis quien ha manifestado que “es enorme la aportación de Gabriel Vargas, quizás la mejor posible al lenguaje coloquial en México. A su recopilación del habla popular no la limita la mera fidelidad de quien trascribe. Anticipa, inventa imagina, borda sobre las palabras. Es decir, se maneja en la línea creadora del caló, de las germanías, y se aparta de la tradición de quienes improvisan sobre temas y palabras de la sexualidad, juego vulgar y ocasionalmente ingenioso”.
Emparentada con una tradición nacional que cuenta entre sus mejores exponentes a Lizarti, Ángel del Campo, “Micros”, Pozada y Cabral, por un lado y, por otro, con el primer Cantinflas, Resortes y Chava Flores, La Familia Burrón constituye la más alta posibilidad de que México cuente con una historieta nacional, una historieta que analiza, crítica y divierte al mismo tiempo.
La primera versión de este artículo fue publicado en el suplemento cultural La Valquiria del Diario de Xalapa el 9 de julio de 2006. Hoy lo presentamos nuevamente con motivo del homenaje que el día de ayer recibió Gabriel Vargas y Eduardo del Rio Rius en el Museo del Estanquillo de la Ciudad de México, donde fue declarado Ciudadano Distinguido del Distrito Federal por Marcelo Ebrard.
Sí, me refiero a Borola Tacuche, personaje central de La Familia Burrón de Gabriel Vargas, su autor, padre, dueño y tutor, que junto a ella ha visto transcurrir por décadas la vida de México, la evolución de sus barrios y vecindades y, principalmente, su lenguaje, ese lenguaje popular que ha sabido registrar y valorar, tomándolo como una expresión social que nos retrata, dibuja, refleja y nos identifica.
Precisamente, el día 23 del mes anterior, Gabriel Vargas recibió la presea Ciudad de México, que otorga el gobierno del Distrito Federal y que compartió con la crotalista Sonia Amelio, el historiador y humanista Miguel León-Portilla y Don Fernando Hiriart (post mortem).
A las generaciones de jóvenes poco o nada les ha de decir el nombre de Gabriel Vargas y, menos, quizás, el de su obra más significativa: La Familia Burrón, que apareció publicada por primera vez en 1948 y que hoy es desconocida y menospreciada por muchos. . Esta historieta tuvo como antecedentes en otros países y con otros tonos a Andrés Audiffred en el dibujo y a Germán Butze en la trama. En México a Los Superlocos del mismo Gabriel Vargas que aparecía en “Pepín” con su famoso personaje Don Jilemón Metralla. Se debe mencionar que en su mejor época, los años sesenta y setenta del siglo pasado, la historieta llegó a tener un tiraje de 500 mil ejemplares, que en este momento se encuentra reducido a unos cuantos millares.
Gabriel Vargas nació en el estado de Hidalgo, iniciando sus trabajos en el campo de las historietas con diversos personajes como Cuataneta, Kid Vejigo y don Jilemón Metralla. Actualmente, una famosa editorial ha compilado a La Familia Burrón y ofrece varios tomos de ella. Por nuestra parte, guardamos celosamente dos tomos mandados a encuadernar que nos obsequiara hace años el maestro Víctor Raúl Domínguez.
La Familia Burrón esta integrada por personajes que todos conocemos: en primer término Don Regino, el zotaco y su famosa peluquería “El Rizo de oro”; Borola Tacuche, su esposa; sus dos hijos, Regino “El Tejocote” y Macuca; su hijo adoptivo Foforito, hijo de Susanito Cantarranas y desde luego el perro Wilson. También aparecen de manera circunstancial la millonaria y excéntrica Tía Cristeta; el hermano de Borola, el ladronzuelo Ruperto Tacuche; Floro Tinoco “El Tractor” y su padre milloneta Don Titino Tinoco; el poetastro Avelino Pilongano y su mamá Doña Gamusita y Juanón Teporochas, el cacique del pueblo de San Cirindango.
La vida de La Familia Burrón se puede situar en cualquier vecindad del suelo nacional y a lo largo de la época postrevolucionaria, ya que sus problemas, sus sinsabores y sus pequeños triunfos rebasan la vecindad que el autor ubica en el Callejón del Cuajo en el Distrito Federal y se presentan en cualquier barrio o colonia donde habiten personas de escasos recursos económicos, a veces muy escasos como lo son desempleados o subempleados.
Desde luego, el personaje central de la historieta lo constituye Borola Tacuche de Burrón, que sufre los estragos de la pobreza pero no desiste de sus anhelos por mejorar económicamente, que goza y comparte la miseria con sus vecinas, pero no abandona los sueños que la transportan a París y Acapulco, a ser vedette y a recordar una juventud dorada ya lejana, que acepta a regañadientes su situación social que la hace convertirse en líder y encabezar a sus compañeras de vecindad para realizar manifestaciones contra los hambreadores, asaltar la carnicería de la esquina, organizar posadas y acciones de solidaridad cuando alguien sufre un descalabro, con peleas de box y rifas que nuca se efectúan.
Borola Tacuche (precisamente “tacuche”: saco de casimir u otra tela fina que se pone alguna persona no acostumbrada a ello o nunca vista con ese atuendo: “va de tacuche”, “y ahora porqué de tacuche”) encarna a la mujer mexicana que sufre y goza, que tiene enfrente una triste realidad pero que anhela mejorar, a la esposa que comparte con el marido las miserias, pero también personifica a la mujer que lucha día con día para que le alcance el gasto semanal.
Sin embargo, en la misma historieta de Gabriel Vargas tenemos la contraparte del espíritu luchador de Borola, y es su propio esposo: don Regino Borrón el zotaco, peluquero amargado, acomplejado, sumiso ante la situación social y económica que lo aplasta y lo denigra, conforme con su vida y eterna rutina.
Así, a partir de diversas dicotomías: conformidad e inconformidad, sumisión y rebeldía, tristeza y alegría, amargura y felicidad, realidad y ensoñación, encarnados magistralmente por la pareja dispareja: Borolas-Regino, Vargas construye su mensaje a través de una historieta llena de color y vitalidad.
En 1986, Bambi, famosa periodista relata en un artículo que al entrevistar a don Alfonso Reyes sobre el argot, el literato regiomontano le contestó “-no es necesario decir argot, Bambi, ya que en nuestro idioma existe la palabra jerga que significa lo mismo. Y en este dominio, don Gabriel Vargas nos da a todos, día con día, lecciones inapreciables, por su conocimiento profundo del modo de hablar en los barrios de la capital”.
Varios estudiosos se han ocupado de la obra de Gabriel Vargas, pero desde luego preferentemente de La Familia Burrón, por lo que se le ha tratado como un experto del lenguaje popular, sociólogo, cronista y desde luego gran dibujante. En este caso, es mejor que él hable de su obra.
En una amplia entrevista que le concedió a Carolina Velásquez expresó: “soy absolutamente citadino. Nací en Tulancingo, Hidalgo, una ciudad pequeña, tierra de valientes a caballo, muy matones y enamorados. Pero llegué aquí a los 4 años, si hubiera un lugar más grande que el D.F ahí estaría. De la ciudad de México me gusta todo…conocí, la vida de muchas mujeres. Escuchaba sus problemas y les ayudaba con dinero, zapatos o medicinas. Comprobé que eran mujeres abandonadas por la fortuna, siempre me preocuparon las mas feas. Algunas vivían tragedias desgarradoras. Aquí entre nos, en la historieta siempre he estado de lado de la mujer, la he defendido. Sobre todo a las indefensa y humildes, a las que no tienen ilustración…”
A la pregunta ¿en qué se basó para crear a La Familia Burrón?, Vargas contesto:
-Yo quise hacer un héroe de la clase media, un mexicano como hay miles en el país, aun cuando son personas inteligentes no pueden salir de donde están por más esfuerzos que hacen. Tal parece que la adversidad los persigue. Originalmente la historieta se llamó El Señor Burrón o Vida de Perro, a los pocos capítulos cambio a La Familia Burrón. Don Regino es el héroe, un hombre de carácter reposado e inteligente. Si su familia vive en la pobreza más completa es porque él no acepta más dinero que el ganado por su esfuerzo. Doña Borola es una mujer de nobles sentimientos que es capaz de cometer los peores excesos por cuidar de su familia y conseguir alimentos para sus hijos. No se le cierra el mundo ante nada y sabe salir airosa de sus más grandes dificultades…”
Más adelante don Gabriel Vargas expresa “La Familia Burrón es para mí una forma de ganarme la vida. La han calificado como un clásico de la historieta en México. No sabría asegurar si lo es. Me conformo con recibir las cartas de tanta gente y saber cómo muchas personas se ven reflejadas en las aventuras que público. De los personajes me olvido en cuanto termino el argumento. Me siento a trabajar de la mima manera que un abogado o un médico atienden a sus pacientes. Si pensara en todos mi cabeza sería una olla de grillos. Manejo 55 figuras. Las alterno en la historieta para no hacerla tan aburrida. Han pasado mas de 40 años y no me canso de a familia Burrón. Escribo con gusto los argumentos de mis monigotes como el primer día”.
No podemos dejar de citar a uno de los admiradores más fieles de La Familia Burrón: Carlos Monsiváis quien ha manifestado que “es enorme la aportación de Gabriel Vargas, quizás la mejor posible al lenguaje coloquial en México. A su recopilación del habla popular no la limita la mera fidelidad de quien trascribe. Anticipa, inventa imagina, borda sobre las palabras. Es decir, se maneja en la línea creadora del caló, de las germanías, y se aparta de la tradición de quienes improvisan sobre temas y palabras de la sexualidad, juego vulgar y ocasionalmente ingenioso”.
Emparentada con una tradición nacional que cuenta entre sus mejores exponentes a Lizarti, Ángel del Campo, “Micros”, Pozada y Cabral, por un lado y, por otro, con el primer Cantinflas, Resortes y Chava Flores, La Familia Burrón constituye la más alta posibilidad de que México cuente con una historieta nacional, una historieta que analiza, crítica y divierte al mismo tiempo.
La primera versión de este artículo fue publicado en el suplemento cultural La Valquiria del Diario de Xalapa el 9 de julio de 2006. Hoy lo presentamos nuevamente con motivo del homenaje que el día de ayer recibió Gabriel Vargas y Eduardo del Rio Rius en el Museo del Estanquillo de la Ciudad de México, donde fue declarado Ciudadano Distinguido del Distrito Federal por Marcelo Ebrard.
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