lunes, 29 de octubre de 2007

José Gorostiza: Poeta de la soledad

En México, durante la década de los años 30, se habla y se discute de la “poesía pura”, de la cual, ya se había ocupado en Francia Paul Valéry en 1920 pero que vuelve a ser motivo de atención de Henry Bremond en 1926, quien fue el que la llamó así. Bremond sostenía, partiendo de la obra de Valéry, que la poesía podía entenderse o no, pues la razón no la puede explicar, es decir, que un poema lo podemos gozar sin comprenderlo lógicamente y que al despojarlo de lo que no es poesía, permanece una realidad, que es la “poesía pura”.

Lo anterior tuvo repercusiones en Hispanoamérica, en donde muchos poetas se interesaron en ese nuevo concepto, entre ellos José Gorostiza, llamado Poeta de la Soledad por Ramón Xirau, rindiéndole un verdadero culto. Influido por las teorías de Paul Valéry y Henry Bremond a través de lecturas directas, conferencias y discusiones, Gorostiza culmina su adhesión a esta corriente con el poema Muerte sin fin, no sin antes dar a conocer sus primeros textos.

Varios autores dicen encontrar las raíces o influencias de la poesía de Gorostiza en Paul Valéry y Cementerio marino, T. S. Eliot y su poema Tierra baldía, así como muchas de las influencias que junto con su grupo intelectual, los Contemporáneos asimilaron de los poetas en boga tanto norteamericanos como europeos, y ya no se diga de lo mejor de la tradición española como Góngora, Calderón y Sor Juana Inés de la Cruz.

En 1925, José Gorostiza publica sus primeros poemas, que reúne con el nombre de Canciones para cantar en las barcas. El pequeño conjunto está compuesto por tres secciones: la primera se encuentra formada por tres poesías que le dan nombre al conjunto; la segunda sección consta de Otras poesías –once- con dos Pausas intermedias y la tercera, que se integran de siete Dibujos sobre un puerto y dos últimas poesías.

En todos estos pequeños poemas aparecen elementos de la naturaleza unidos a sentimientos de soledad, tristeza y melancolía, paisajes oscuros y claros –paradójicamente- y constantes referencias al tiempo, que unidos, forman un antecedente de lo que vendrá a construir la plenitud de su producción poética: Muerte sin fin, ya que tras la forma sencilla de aquéllas se encuentran planteados los mismos problemas que motivan a ésta:

A veces me dan ganas de llorar,
pero las suple el mar.

Tras un largo silencio que se repetiría posteriormente hasta su fallecimiento, José Gorostiza publica en 1939 su poema principal: Muerte sin fin, tras lo cual no da a conocer nada. En este poema, integrado por 10 secciones, el autor describe la caída de Dios y de la conciencia, la muerte de la forma, pues para él la muerte no es más que la caída de formas superiores a inferiores, un regreso al estado original, a la nada, al principio de la creación: el hombre pierde su lenguaje y pasa a ser animal; el animal, planta; la planta, mineral; el mineral, fuego; y después del fuego solamente quedará la materia prima que –en un círculo eterno- volverá a tomar forma para dar paso la vida:

...cuando el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta
...si, paso a paso, muerte a muerte, locos,
se acogen a sus tímidas matrices,
mientras unos a otros se devoran,
al animal, la planta
a la planta, la piedra
a la piedra, el fuego
al fuego, el mar
al mar, la nube
a la nube, el sol
hasta que todo este fecundo río...
no desemboca en sus entrañas mismas,
en el acre silencio de sus fuentes,
entre un fulgor de soles emboscados,
en donde nada es ni nada está

En este poema, el hombre reflexiona y se da cuenta que es materia pensada por Dios, por la inteligencia y también se descubre e identifica con el agua que al igual que él es materia que al tomar una forma nace a la vida en la que está presente la inteligencia. Así tenemos la oposición entre la vida y la muerte, la forma y el contenido, la fijeza y la movilidad, lo estable y lo inestable:

...lleno de mí –ahito- me descubro
en la imagen atónita del agua.
...............................................................
No obstante –oh paradoja- constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica...

El poema nos habla de Dios, que se presenta en cualquier lugar, que es el vaso, la forma, lo que da la vida en un tiempo perenne, eterno, que no avanza porque siempre es: el tiempo de Dios:

...minuto incandescente

Después se muestra con un tono alegre la esterilidad del árbol, de la tierra, de la sangre, de los pájaros, de la manzana, del sinsabor, de la angustia, pues todo es agua, y el agua es nada, es materia sin forma, aislada, sin un molde que la configure:

...Pobrecilla del agua,
ay, que no tiene nada,
ay, amor, que se ahoga,
ay, en un vaso de agua.

Luego, tenemos la desencadenada creación que se realiza por la infinidad de formas que se unen a la materia y así, vemos como el agua “ya puede estar de pie frente a las cosas”. Pero la forma en sí misma, no se cumple; la vida no consiste solamente en la adquisición de una forma pues ésta, también cede y se entrega a la materia, se ve la destrucción del vaso de agua, la devastación de la forma, la destrucción del hombre y su lenguaje, y de los reinos animal, vegetal y animal, después de lo cual, sólo flota en la nada “el espíritu de Dios” o sea, el momento que sigue a la disolución del ser y que antecede a su creación, por lo que hay esperanza de un futuro lleno de alegría, jubiloso, pues la nada es el camino para llegar al ser:

¡Aleluya, aleluya!

En Muerte sin fin se configura el enigma del devenir de la vida, pues estamos ante un mito; el mito del eterno retorno circular: de la vida a la muerte, de la muerte a la vida, de la nada al ser, del ser a la nada, del silencio a la palabra, de la palabra al silencio, de la soledad a la comunicación, de la comunicación a la soledad. Círculo del ascenso al descenso, del ser al no ser:

¡planta-semilla-planta!
¡planta-semilla-planta!

Este mito del eterno retorno, nos es ofrecido por un hablante lírico –José Gorostiza- que es un poeta no tan solo de la soledad como lo calificó Ramón Xirau, sino también de la inteligencia, agregamos nosotros como otros más, con un temple de ánimo que va del asombro a la alegría y de la tristeza a la burla, ya que su actitud lírica ante la existencia, es la de que, la vida y la muerte van unidas: la primera solamente se presenta si la segunda la precede y así sucesivamente, por lo cual la muerte siempre nos acompaña, nadie ni nada escapa a ella; lo que hace que el poeta se llene de tristeza y su paisaje íntimo sea de melancolía ante lo efímero de la vida y la eternidad de la muerte, pues para él, todo cambia sin tregua y el cambio mismo es el principio fundamental de la existencia.

Muerte sin fin es un poema de la permanencia, de la permanencia del cambio, ese cambio constante que es la muerte, una muerte eterna, interminable, imperecedera, una muerte sin fin:

...siente que su fatiga se fatiga,
se erige a descansar de su descanso
y sueña que su sueño se repite,
irresponsable, eterno,
muerte sin fin de una obstinada muerte,
sueño de garza anochecido a plomo
que cambia sí de pie, mas no de sueño...

Este poeta constituye una elegía, una elegía a la inteligencia, a la inteligencia que se consume a sí misma, infinita y a la vez finita:

¡Oh inteligencia, soledad en llamas
que todo lo concibe sin crearlo!

Para Evodio Escalante el poema “pertenece al entendimiento, a la inteligencia finita que intenta desbordar la prisión en que ha sido confinada. Se trata de una inteligencia receptiva, condenada a la esterilidad, que puede presumir el dolor pero que no lo crea, que puede moldear el barro pero no infundirle vida, que puede pensar hasta el infinito en un grano de arena pero no darle existencia.”

Como poeta, Gorostiza es fiel a lo que expuso en diferentes ocasiones acerca de la poesía, fue el mejor ejemplo de lo que postuló. Un ejemplo son las Notas sobre poesía que leyó anexas a su discurso de recepción en la Academia Mexicana de la Lengua en 1955, donde manifiesta que “el poeta no puede, sin ceder su puesto al filósofo, aplicar todo el rigor del pensamiento al análisis de la poesía. Él simplemente la conoce y la ama. Sabe en dónde está y de dónde se ha ausentado. Es como un andar a ciegas, la persigue. La reconoce en cada una de sus fugaces apariciones y la captura por fin, a veces, en una red de palabras luminosas, exactas, palpitantes.”

Más adelante, en el mismo texto, Gorostiza manifiesta que “la poesía, para mí, es una investigación de ciertas esencias –el amor, la vida, la muerte, Dios- que se produce en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje de tal manera que, haciéndolo más transparente, se pueda ver a través de él dentro de esas esencias.”

También, Gorostiza expresa su visión de la poesía y su proceso creador: “la afinidad entre poesía y canto es una afinidad congénita. En un momento dado podrá relajarse o en otro hacerse más íntima, pero habrá de durar para siempre, porque no radica en el lenguaje –en el austero arsenal de la retórica que caduca y se renueva sin cesar- sino en la voz humana misma que el hombre presta a la poesía para que, al ser hablada, se realice en la totalidad de su perfección.”

Para Sergio Fernández, Gorostiza, fiel a sus postulados, propone en “el hermético poema algo de lo que luego, avergonzado se arrepiente. Y es que Gorostiza, como el Zohar judío, habla de una luz sombría que proviene de la luz verdadera, pero no se refiere a la luz verdadera. Sólo que aquí, por fuerza de una intuición enamorada de la muerte, el poeta mata a la estrella de la cual proviene esa ignota verdad; por ello lo que vemos es producto de la `muerte sin fin´ que somos y que es, quizá también, el Universo.”

A 106 años del natalicio del poeta tabasqueño, el 10 de noviembre de 1901, su poema Muerte sin fin, sigue vigente como una de las cumbres de la poesía hispanoamericana. Vale la pena, sin lugar a dudas, releerla pues siempre encontraremos algo nuevo en él, además de sus Notas sobre poesía.


Publicado el día 28 de octubre en el suplemento cultural “La Valquiria” de Diario de Xalapa

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