En 1967 Marshall McLuhan (1911-1980) publica el ensayo en inglés The Medium Is the Message donde se inicia el uso del concepto “cibercultura” que se aplica a “la cultura mediada por tecnologías electrónicas de comunicación, en particular Internet” en palabras del propio maestro canadiense. En este ensayo McLuhan hace la descripción de un mundo que redefine debido a los medios electrónicos, que nos presionan con un gran flujo de información.
Las reflexiones de McLuhan siguen ocupando una posición destacada en el estudio de la cibercultura, aunque algunos de sus postulados están superados o se encuentran fuertemente cuestionados. Hoy la cibercultura se encuentra en un debate en el que los señalamientos respecto a ella se ubican en dos fuertes corrientes.
Por un lado, la que sostiene el aspecto de que la identidad individual y social se mueve o transita entre un ámbito natural y un ámbito artificial. Por otra parte, la que analiza la generación de nuevas estructuras globales que norman o regulan las relaciones sociales, culturales y de mercado, hecho que es provocado por los modernos sistemas de comunicación, presentes en cualquier ámbito y a través de los cuales podemos obtener, renovar y transmitir información de manera instantánea. En este proceso, un factor esencial o instrumento central es la Internet. Además, para Sherry Turkle la cibercultura es una simulación en que la identidad se vuelve múltiple.
Para Mark Dery no se puede hablar de una cibercultura, sino de varias ciberculturas o subculturas que se generan en torno a las modernas tecnologías de la información. Para este autor el impacto de la Internet, principalmente, es totalmente diferente en el mundo o espacio vital de un habitante de la ciudad que otro del campo, para alguien que asiste a una Universidad que para quien únicamente cuenta con la educación básica pero que tiene acceso al ciberespacio, para un hombre que para una mujer, es decir, hay tantas ciberculturas como grupos sociales, pues la influencia de las modernas tecnologías de la información y la comunicación varía en intensidad y duración. Lo anterior se vincula con los estudios tendientes a regular el ciberespacio y diversos aspectos de la economía tecnológica.
De esta manera, la cibercultura se presenta en un espacio público virtual o ciberespacio, y es cuestionada fuertemente por una parte y, por otra, se toma como una nueva forma de democracia avanzada. Conviene recordar que el término “ciberespacio” fue utilizado por primera vez por William Gibson.
En este ciberespacio se genera un nuevo sector social que algunos denominan “clase virtual” que es el grupo que tiene acceso a la Internet y que participa a través de esta tecnología en diferentes aspectos de la dinámica de una ciudad, entidad, país o el mundo, apoyando movimientos sociales, ecológicos, de derechos humanos o a favor de causas específicas o en contra de acciones de gobiernos, que requieren el apoyo de comunidades de cualquier parte. Esta “clase virtual” también participa en contiendas políticas a través de portales, webs, encuestas y sondeos de opinión.
Desde luego, este grupo o “comunidad virtual” es un grupo desterritorializado, pues sus integrantes pueden estar ubicados en cualquier región o continente. Esta desterritorialización también es una característica del ciberespacio y de la cibercultura.
De manera paralela a lo anterior, la denominada “clase virtual” está sujeta a un cambio paulatino de su visión del mundo, de sus principios, de su ideología, de sus creencias, de sus costumbres y, lo que es más importante, de su identidad. Lo anterior puede traer como consecuencia que su interrelación e interactuación con los que conforman su entorno inmediato cambie, pues sus nuevas actitudes, conductas y respuestas a hechos sociales y políticos ya son diferentes. Estamos ante una evolución individual y colectiva de la cultura.
Por otra parte, el ciberespacio es analizado, entre otras, desde dos perspectivas. En primer término como una ampliación del espacio público real ya que comprende a todos los que tienen acceso a la Internet y que intercambian mensajes e información y que como ya dijimos anteriormente, apoyan o rechazan acciones de gobiernos de diferentes latitudes.
Desde otra perspectiva, el ciberespacio se conceptualiza como la reducción del espacio público real pues en primer lugar propicia el individualismo y en segundo término la soledad, pues las personas que se refugian en la Internet son para muchos estudiosos las que no cuentan con una compañía para platicar, dialogar, debatir. Son las que se encuentran fuera de algún grupo social o político que les permita participar en actividades, acciones o movimientos que suceden en su entorno inmediato y que por lo tanto, como “corazones solitarios”, tienen que recurrir a otra posibilidad para relacionarse con el mundo: la Internet y el ciberespacio.
Con lo anterior como referente: la cibercultura y el nuevo espacio público virtual o ciberespacio, resulta interesante la encuesta Hábitos de los Usuarios de Internet en México 2006 que recientemente presentó la Asociación Mexicana de Internet, donde se nos proporcionan datos que en el marco que líneas arriba se ha descrito resultan reveladores de los fenómenos referidos en nuestro país.
Para empezar, de acuerdo a la encuesta mencionada, en México se cuenta con 12.5 millones de computadores personales de las cuales 7.4 millones que representan el 59%, cuentan con acceso a Internet, lo que resulta un indicador para percibir la dimensión que en nuestro país se ha generado una cibercultura o ciberculturas y de un ciberespacio, que constituyen fenómenos que no podemos soslayar y que deben ser objetos de estudio.
Lo mencionado se fortalece con el dato de que de la cifra total de internautas (20.2 millones) 17.2 millones de ellos son mayores de 13 años y se ubican en zonas urbanas, mientras que en las zonas no urbanas se ubican dos millones de 13 años en adelante, lo que nos permite concluir que los fenómenos que nos ocupan tienen preeminencia en los espacios urbanos. Otro dato fuerte es que el 45% de los internautas urbanos son de 12 a 19 años, el 35% de 20 a 24 años y el 24% de 25 a 34, lo que significa que el mayor impacto del uso de la Internet se da en los jóvenes y en los adultos de menor edad, lo que resulta altamente representativo de una conducta ante las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: su uso, su aplicación y todo lo que de ahí se genera.
Un dato que se debe considerar como indicador de la brecha digital a la cual nos referimos en nuestra entrega del pasado 25 de junio de 2006 es que de los internautas de nuestro país el 90% se ubica en los espacios urbanos mientras que únicamente el 10% en las zonas rurales. Estos datos reflejan una realidad nada novedosa, puesto que es conocido por todos que en el medio rural la penetración de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación resulta escasa y por lo tanto, el acceso a la Internet no es nada fácil, aspecto que corre paralelo a otras carencias producto de la desigualdad en la distribución de los bienes sociales.
Esto, nos lleva a confirmar la generación de una cibercultura urbana y un espacio público virtual en el que se mueven los sectores sociales de las ciudades a diferencia de los habitantes de los ámbitos no urbanos, lo que significa un mayor distanciamiento o alejamiento entre las culturas de la ciudad y las del campo, que si bien también evolucionan, es debido a otros factores: radio, visitas a la ciudad, migración, cine, etc.
Pero que en la ciudad sea donde exista un mayor acceso a la Internet no significa que todos los hogares cuenten con una computadora conectada a la red, sino que hay más posibilidades de acceder a ella, de las cuales destacan tres: los cafés Internet, las instituciones educativas y, en menor escala, los centros de trabajo. De acuerdo a la encuesta que constituye nuestra fuente, en este caso, en sus hogares se conectan el 43% de los internautas, en los cafés Internet el 39%, en los centros de trabajo el 19% y en los centros de estudio el 11%. Se debe aclarar que en este aspecto existe una duplicidad en el acceso a Internet como sucede en los jóvenes que se conectan al ciberespacio, tanto en sus escuelas como en sus hogares o los empleados que lo hacen tanto en sus hogares como en los centros de trabajo.
Del acceso a la Internet podríamos abordar muchos más aspectos, señalados tanto en la encuesta que hemos mencionado como en otras fuentes, pero no podemos dejar de citar dos que contribuyen de manera importante a la generación de la cibercultura y el ciberespacio. El primero de ellos es que el 42% de los internautas cuenta con su propia página web, lo que le garantiza un lugar en el ciberespacio y le concede sicológicamente un perfil diferente a los que no la poseen.
El segundo aspecto es que la Internet incrementa el acceso o alcance de medios de comunicación que de otra manera no están a la mano o resultan onerosos, como lo son ciertos canales de televisión, periódicos locales, nacionales o de otras latitudes que aparecen en la red de manera simultánea a su distribución impresa, revistas nacionales y extranjeras y por supuesto películas y ahora la radio. Ya no se diga el acceso a las últimas novedades musicales y videográficas de todas partes del mundo.Todo lo anterior, nos motiva a un análisis más profundo de la encuesta de la Asociación Mexicana de Internet y a observar en nuestro entorno inmediato la generación de una cibercultura y un nuevo espacio público virtual, pues muchos de nosotros y nuestros hijos estamos inmersos en estos fenómenos que para gran parte de la sociedad pasan inadvertidos o no encuentran una explicación adecuada.
Publicado el día 04 de febrero en el suplemento cultural “La Valquiria” de Diario de Xalapa
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