domingo, 23 de julio de 2006

Guillermina Bravo: el creador y el desmantelamiento de su obra

“Guillermina es el personaje más importante de la danza mexicana. Posee la coreocronología más interesante y sólida. Pero no es dueña del Ballet Nacional que en sus 57 años se ha convertido en una institución de la cultura mexicana… ni siquiera por haber sido su creadora en 1948, pues es patrimonio de la cultura nacional” expresó Alberto Dallal, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Por su parte, la doctora Margarita Tortajada, investigadora del CENIDI- Danza José Limón, del Instituto Nacional de Bellas Artes, manifestó “Guillermina es una mujer muy valiente: ha decidido la desaparición del Ballet Nacional por un ejercicio de crítica y autocrítica. Ha sido capaz de construir durante 57 años un concepto dentro del arte mexicano y también de acabar con él, que al mismo tiempo es uno de los motivos fundamentales de su vida.
“Ella fundó el Ballet Nacional, lo sostuvo con su talento y trabajo. Estimuló a sus integrantes. Fue madre de seguidores e impugnadores. Desarrolló una obra creativa que sorprendió, conmovió e irritó. Ella es Guillermina Bravo: Coatlicue de la danza, bruja maldita y madre amorosa y, además, parece ser que ella sola, es el Ballet Nacional.
“Su obra, toda ella, la coreográfica y la organizativa, la educativa y la política, la pionera y la hegemónica, la rebelde y la institucionalizada, no le pertenece exclusivamente a ella, ni siquiera al Ballet Nacional, ni al INBA, ni a ninguna institución. El Ballet Nacional de México, la obra de Guillermina, nos pertenece a todos, la ha rebasado y eso nos permite opinar sobre su decisión”.Todo lo anterior, fue publicado el 8 de mayo de 2005 al conocerse el primero de mayo del mismo año la noticia dada por la maestra Guillermina Bravo acerca del desmantelamiento del Ballet Nacional de México, fundado por ella misma y sostenido contra viento y marea, ataques, críticas y bloqueos, tanto institucionales como de otras personalidades de la danza mexicana.
Pero no todos opinaron lo mismo. Raquel Tibol, crítica de arte y autora de diversas obras sobre artistas mexicanos y también acerca de la danza en México, manifestó de manera tajante y contundente en entrevista publicada el 15 de mayo en la revista Proceso, también del año pasado: “antes que nada, hay que partir del hecho de que no estamos frente a una compañía de danza clásica:
“Las compañías de este tipo duran décadas, las de danza moderna y contemporánea son perecederas por su misma plataforma, por su misma tesis. Buscan, trabajan mucho para encontrar ese ‘algo’ y después viene un declive porque se han gastado muchísimas energías en lograr determinadas metas… Guillermina tuvo su momento culminante… pero había dado preferencia a los coreógrafos que hacían cosas parecidas a las que ella había creado, pero que parecían no digo caricaturas pero si ecos de mucho menor valor…
“De pronto me senté a ver una función y dije ¿qué es esto? Primero dejé de saludarla en el escenario y luego dejé de ir a las funciones en Bellas Artes porque me daba pena ver la decadencia.“Yo que los acompañé en esos momentos (culminantes) creo que lo mejor, lo más saludable, es cerrar la puerta de todo y que cada quien haga su camino. Algunos están preparados lo suficiente para seguir adelante. Quedará en la memoria cultural de México lo que el Ballet Nacional entregó durante varias décadas. Durante más de medio siglo entregó el más alto nivel dancístico que se ha logrado en México.”
Para Raquel Tibol, la propia maestra fue quien se autolimitó: “nunca quiso reponer obras, siempre quería mostrar obras nuevas y olvidarse del pasado. Pero ella tenía obras en su repertorio que era necesario repetir: Tlallocan, debió ponerse de nuevo. Aquella de la marcha que hizo en homenaje en el 68, el homenaje a Silvestre Revueltas, que era formidable… ella tuvo todo su derecho, pero hay derechos que se pagan.
“Como no estableció repertorio y dejó de crear, su lugar lo ocuparon personas con cierto talento pero muy por debajo del de ella.”
En lo transcrito anteriormente se puede apreciar, el debate suscitado por el desmantelamiento del Ballet Nacional de México por su misma fundadora y sostenedora y nos lleva a tres planteamientos que se relacionan con el derecho del creador a destruir su obra, en este caso desmantelar todo un ballet o, visto desde otra perspectiva, contestar las preguntas: ¿en qué momento la “propiedad” de la obra artística deja de ser del creador y pasa a ser del público: lector, espectador, observador, etc.?, ¿en qué momento o bajo que parámetros o criterios una obra artística por su importancia, aportación, trascendencia, pasa a formar parte del patrimonio cultural de un país y deja de ser “propiedad” de su creador? y ¿un artista puede destruir o desmantelar su obra, aunque ya pertenezca al patrimonio cultural nacional?
Sobre lo anterior se han generado varias teorías y se han tomado muchas posiciones que se actualizan con las recientes declaraciones de Guillermina Bravo, ofrecidas el pasado día 6 de este mes en Querétaro, donde anuncia la última función del Ballet Nacional de México, función que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes y que se denominó “Bravo por la Danza, Bravo.”
Pero para que cada quien pueda dar respuesta a las interrogantes que planteamos, tenemos que escuchar las razones de la maestra, que nació precisamente en nuestra entidad, en la pintoresca población de Chacaltianguis el 13 de noviembre de 1920, y que estuvo vinculada profesionalmente con la Universidad Veracruzana al colaborar en la organización de su facultad de Danza en 1975; precisamente la Universidad Veracruzana le otorgó el doctorado Honoris Causa en 1996. Antes ya había recibido del gobierno de México el Premio Nacional de Arte en 1979, además de muchas otras preseas y reconocimientos.
Como ya lo mencionamos anteriormente, en la entrevista aparecida el primero de mayo de 2005 en la revista Proceso, la maestra argumentó: “El Ballet Nacional se basó en todos los conceptos vasconcelistas que venían del cardenismo, toda esa cosa social que ahora no les interesa a los coreógrafos. Todo el mundo está pensando en otras cosas, sobre todo en la pareja, en cosas familiares, freudianas, filosóficas, pero ya no existe aquel grupo que tenía tanto impacto social. Pienso que Ballet Nacional ha cumplido ya con su ciclo, además yo ya no estoy componiendo, no vale realmente entonces la pena seguir con el asunto. Yo no culpo a nadie por lo que pasa, porque para la nación los nuevos coreógrafos no cuentan, no existen. Además ahora tenemos un país muy caótico. Entonces los estatutos con los cuales el Ballet Nacional fue creado ya no funcionan, hay que encontrar la problemática contemporánea del siglo XXI.”
La bailarina y coreógrafa veracruzana agrega: “Yo hice una autocrítica en diciembre de mi trabajo. De mi falta de composición actual, de que no soy una artista del siglo XXI, que mis principios son otros. Ahora hay bailarinas que dicen ‘¿porqué me corren si yo no he hecho nada?’ y tienen razón, pero a los coreógrafos los mandé a hacer sus grupos. Me tomó la palabra Luis Arreguín. El tiene ya su grupo pequeñito, lo indemnicé y se fue con dos bailarines y ya tiene otros. Jaime Blanc no se atreve, es más apegado a sus clases, a estar aquí, pero si quiere crear tendrá que hacer, buscar su propio camino. Todos los que quieran seguir creando tendrán que hacer sus propios grupos con sus propios principios estéticos.”
En relación a una pregunta sobre sus obras, la maestra contesta: “La danza es efímera y a ti te lo he dicho muchas veces: no voy a hacer un museo de este Ballet Nacional como está haciendo Magnolia (Flores) con las obras de Raúl (Flores Canelo) que se bailan mal (en Ballet independiente), es una traición a las obras de Raúl. Uno compone para el grupo que tiene. Ahora tengo 84 años, no me pidan más, ya hice muchas obras, ya pasé por todo lo que hay que pasar y quiero dejar en Querétaro un verdadero instituto de arte.”
De igual manera que cuando en 2004 William Forsythe anunció la desaparición del Ballet de Frankfurt, para dar paso a la Compañía Forsythe que él dirige, la maestra Bravo anunció la semana pasada que después del Ballet Nacional surgirá la Compañía Inmediata: el cuerpo escénico de México, con la cual no tendrá ningún vínculo.
Muchos aspectos se pueden analizar de la obra de Guillermina Bravo: su apego a la técnica de Martha Graham a partir de 1963 y su imposición en otros grupos con los cuales colaboró o tuvo que ver en su fundación; la aparición de nuevas técnicas y tendencias en la danza contemporánea; la evolución de su discurso estético y coreográfico que ha sido amplio y diverso, pasando de lo social y nacionalista hasta llegar a lo abstracto. De las mismas declaraciones vertidas por la maestra hay otros puntos que mueven a reflexión: la falta de impacto social de las obras de sus actuales coreógrafos; la falta de producción de coreografías por parte de ella; la carencia de rigor profesional de los bailarines con los cuales hoy cuenta; y lo que resulta más interesante: el nuevo contexto social del siglo actual.
De lo anterior se podrían escribir ensayos completos, pero la respuesta que se dé a las interrogantes que plantea el desmantelamiento del Ballet Nacional, en nada demerita la grandeza de la bailarina veracruzana, de lo cual son muestra las preseas recibidas y el reconocimiento nacional e internacional de que goza. Al desintegrar el Ballet Nacional y alejarse de la danza activa partiendo de una crítica y autocrítica admirable, si bien antes ha recibido otros de sus paisanos, Veracruz le debe a Guillermina Bravo el gran homenaje que merece.

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