domingo, 25 de junio de 2006

Brecha digital: imaginario y realidad

Tres grandes hechos, entre otros, han marcado la historia de la comunicación: la invención de la escritura durante la sociedad agraria, la invención de la imprenta a mediados del siglo XV y la invención de la Internet en la época contemporánea. Cada uno de ellos provocó revoluciones culturales que han modificado la vida del hombre.

La invención de la Internet está ligada con la Sociedad de la información y el conocimiento y se conecta, a la vez, con el concepto “brecha digital”. Pero el concepto Sociedad de la información y el conocimiento es una noción compleja y nada simple. Se habla de ella como algo que pueda lograr toda la población vinculándola con la modernidad y la democracia, cuando para algunos resulta ser una utopía que tiene muchas interpretaciones.
Así como ya se habla de diferentes globalizaciones, en cuanto a su tiempo y espacio, también se puede manejar la sociedad de la información y el conocimiento a partir de realidades concretas, múltiples, diversas y contradictorias, donde se interactúa con bienes y servicios de información. Y precisamente el análisis de estos bienes y servicios y sus instrumentos no se debe reducir al ámbito de la producción, sino abordar el paradigma de la información y las transformaciones que provoca en diferentes espacios o renglones sociales, desde otras perspectivas: el imaginario popular y el trabajo (prácticas sociales, distribución social del conocimiento, industrias culturales, nuevos espacios públicos, etc.).
En este contexto, la vinculación entre la Sociedad de la información y del conocimiento, la computadora y la Internet y la brecha digital es directa y así lo percibe la sociedad, principalmente padres de familia y estudiantes, además de burócratas, trabajadores y también los creadores, que ven en las tecnologías de la información y el conocimiento (TIC) un recurso para experimentar en cada una de sus áreas o bien para darles el uso corriente.
La computadora y la Internet han pasado a formar parte del imaginario popular, aunque muchas personas no cuentan con ellas. Hablamos de un imaginario que construye expectativas desde una situación de carencias y necesidades, pero también de temores en cuanto a que la falta de estas tecnologías resultan de manera mediata o inmediata un factor para sufrir exclusión social. Este imaginario incorpora a su universo la posesión o siquiera el manejo de la computadora y la Internet.
En las representaciones de este imaginario popular se construye la desigualdad en la apropiación simbólica de las TIC que adquieren cada vez más la categoría de necesidades incuestionables, pero a las que no toda la población tiene acceso por cuestiones económicas y de capital cultural. Existen miles de padres de familia con hijos en la secundaria o en los niveles educativos superiores que sufren angustias y ahorran para poder adquirir una computadora y contratar la Internet que su vástago requiere para sus estudios y que constituye una herramienta igual o más importante que el mismo libro de texto.
En nuestro país, el imaginario respecto a las TIC se construye sobre la cruda realidad de que según el Censo de 2005 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) solo el 18.4% de los hogares cuenta con una computadora, de los cuales solo el 9% tiene acceso al uso de la Internet. Las TIC quedan restringidas y se concentran en los niveles educativos medio y superior y la administración pública y privada de las ciudades.
La necesidad de contar con una computadora y con servicios de Internet se ha instalado en el imaginario de los estudiantes y de sus padres como un factor que conlleva ventajas y elementos para arribar a mejores niveles de estudio y de ejercicio profesional. Es decir, ha surgido el factor de los que tienen acceso a las TIC y los que no. Esa es la brecha digital. Pero este nuevo concepto tiene tres aspectos que se deben especificar y aclarar: la posibilidad económica de adquirir una computadora y el servicio de Internet; tener el conocimiento necesario para manejar ambos instrumentos (capital cultural); y que ese manejo de los instrumentos sea socialmente necesario (capital social).
La representación de las TIC en el imaginario popular queda vinculada a la pobreza y a sus desventajas, desigualdades y marginación por un lado y, por otro, a las posibilidades de mejorar en la participación e ínteractuación escolar y lograr mejores recursos para el triunfo profesional. La agencia que se ha encargado de fortalecer el esquema anterior en el sistema educativo, ya sean las autoridades con ciertos programas o la misma escuela. De lo anterior se deriva la abundancia de los ciber-cafés y su éxito en colonias y barrios con habitantes de escasos recursos.
Pero completando la anterior y a veces contradiciéndolos se tiene la propuesta de Jordy Michely, para quien la brecha digital es una metáfora o fantasía que determina a los ganadores o perdedores. Este investigador postula que es el trabajo el que define la brecha digital de tal modo que los ganadores y perdedores están determinados por la brecha del trabajo y no la brecha de la conectividad.
Dice Jordy Michely: “El tema central es que Internet no reinventa la sociedad. La sociedad es la que define el uso de Internet, se apropia de este artefacto de comunicación digital y genera innovaciones (de mercado, ideológicas, sociales, de ocio, criminales, etc.) a partir de sus valores y comportamientos propios”.
Más adelante agrega a lo anterior: “Por supuesto existe la brecha digital y es una metáfora afortunada para explicar que no hay un solo mundo sino varios. ¿Eso es un peligro para sociedades y grupos determinados? ¿Se quedaran al margen de la información? ¿Hay que ‘conectarse a la corriente de conectividad’ y consumo de Internet para saltar el espacio de esta brecha? Creo que ya podemos cuestionar tan avasallador discurso, lo que importa es el uso de Internet y este uso no descansa en el acortamiento de la brecha, es a la inversa: Internet se utiliza en la medida en que la información forma parte del dinamismo social cuyo núcleo es el trabajo, y lo que debe cuestionarse es el discurso que pone a la información por delante del trabajo, al menos por una razón sencilla: si las tecnologías de información son tan importantes para el desarrollo del siglo XXI, éstas deben entender cuáles son los factores que conducen a un uso productivo de dicha tecnología”.
La visión de Michely resulta interesante, a la vez que no es aceptada por quienes analizan la brecha digital como la simple diferencia de quienes poseen las TIC y los que no, o los ganadores y perdedores como él los denomina. Quisimos mencionarla ya que el elemento eminentemente social que él agrega, el trabajo generador de conocimiento, nunca se menciona en el discurso oficial que usualmente nos informa de los programas que la Secretaría de Educación Pública realiza para reducir la brecha digital, como sucedió en el pasado “Día del Internet”, además de que invita a reflexionar e iniciar investigaciones serias y profundas al respecto, en nuestra entidad.
Jordy Michely manifiesta que “El Trabajo con Internet es el núcleo de la Sociedad de la información. El comercio electrónico, el gobierno electrónico, el diseño web, el ocio digital, etc., son sólo expresiones de una capacidad de trabajo en Internet, así que lo importante es la forma como las sociedades crean este trabajo. ¿De dónde surgen? ¿Quién lo emplea? ¿Quién lo genera? Si frente a estas preguntas no tenemos respuestas – o no nos las hemos planteado siquiera -, la brecha digital es mayor aún que los que las estadísticas digan”.Para finalizar, citamos de Jordy Michely algo que nos hace repensar la influencia de la computadora y la Internet y de la brecha digital, podemos estar de acuerdo con ello o no: “Sigue siendo verdad que el trabajo es la riqueza de las naciones, el trabajo crea la información, no es a la inversa; por tanto, para escapar del mito implícito en la brecha digital, pugnemos por ‘nutrir’ de trabajo a la máquina social, que con él ésta aprenderá a escribir, leer, comunicar, con las máquinas de la tecnología “.

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