domingo, 2 de marzo de 2003

Contemporaneidad: reto de la educación para la alternancia política

El año pasado tuvimos la oportunidad de escuchar en la Universidad Anáhuac de esta ciudad una conferencia de la Dra. en Derecho Milagros Otero Parga, directora de la facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela, España, quien refiriéndose a la relación entre las normas y la realidad social y política postuló que las primeras deben ser posteriores a los cambios de ésta, mientras que en el aspecto educativo confesó sus dudas respecto a la contemporaneidad entre la educación y los escenarios sociales y políticos, sobre todo en lo que se refiere a los aspectos de las ciencias sociales, tratadas desde el punto de vista oficial u oficialista.
Después de escuchar su participación se estableció una polémica entre la conferencista y el público difícil de concluir en ese momento, pero que a un grupo de amigos nos dejó motivos muy fuertes para reflexionar acerca de este aspecto vital para el sistema educativo. Enseguida me permitiré retomar algunos aspectos de esa polémica y ampliarla.

En la actual etapa histórica y política que vive el país al inicio del presente milenio –una alternancia política- la educación debe promover y fomentar una nueva cultura política que estimule la participación ciudadana y el respeto a los derechos humanos, a la multiculturalidad y a las minorías. Por ello, es tarea fundamental de la educación, ya sea escolar o informal, dotar a niños, jóvenes y a toda la sociedad del conocimiento de lo que es la democracia, sus valores, sus reglas, su evolución histórica, sus escenarios, sus actores, es decir estamos hablando de una información para la democracia, de una información para una nueva cultura política de estos tiempos.
Pero, además de lo anterior, los niños y jóvenes deben recibir en las instituciones educativas información clara, precisa y objetiva acerca de aquellos sucesos o procesos que impactan a nuestro país o nuestra entidad, si bien ya la reciben a través de los medios de comunicación. Esta información la debe dosificar el maestro y vincularla con el entorno social y político inmediato. Desde luego, se requiere un criterio y una visión adecuada de los docentes, fruto de sus estudios y de su capacidad crítica. Lo anterior constituye una contemporaneidad entre los contenidos históricos y de cultura política de los programas escolares y la realidad inmediata del niño o joven.
La ciudadanía, o los que están a punto de ser o serán ciudadanos en unos cuantos años, construirán a través de la información mencionada y de la educación los valores democráticos que definirán su actitud y conducta frente a las realidades, procesos o escenarios políticos que en ese momento se les presenten y que sean verdaderamente democráticos o bien pretendan serlo: elecciones, políticas públicas, reformas constitucionales, procesos de consulta. Cuando el ciudadano conozca, asuma y practique los valores democráticos aceptará o rechazará escenarios políticos que presencie o se le presenten como democráticos y que no lo sean.
Es decir, la democracia y la transición a la democracia no pueden serlo con una educación que carezca de contemporaneidad, con una educación cuyos contenidos históricos tengan que esperar por lo menos diez años para registrar hechos y aconteceres que ya en este momento nos están impactando.
Surge aquí el tan debatido aspecto de la historia oficial, oficialista o de Estado, pues es ésta la que incluyen los libros de texto, no podría ser de otra manera. Pero ante la alternancia política ¿qué pasará con la historia del anterior régimen, la que soslayó hechos y minimizó o magnificó acontecimientos trascendentales de nuestro país?; esa historia que “hicieran” o construyeran los historiadores oficiales.
De lo anterior se deriva una pregunta ¿en México el sistema educativo se encuentra preparado para afrontar una necesaria, real y adecuada contemporaneidad de la educación con los hechos sociales, políticos e históricos que nos rodean y de los cuales nuestros alumnos reciben una descarga avasalladora de información en todos los medios de comunicación, principalmente la televisión?. Recordemos que varios teóricos, no nada más Sartori, afirman que vivimos inmersos en una video-sociedad y una video-política.
Antes de dar una respuesta a lo anterior me permito citar tres ejemplos, en los ámbitos estatal, nacional e internacional, de los cuales en escuelas primarias y secundarias los alumnos se preguntan e interrogan a sus maestros diversos aspectos ante la incongruencia que constituye el hecho de que por un lado existe, como ya lo mencionamos una información amplia pero tendenciosa y parcial y, por otra, poca o casi ninguna y menos adaptada para los niños y jóvenes en las escuelas.
En el ámbito local, me refiero al Plebiscito Veracruz 2001; a nivel nacional a la alternancia política que vivimos en nuestro país; y más allá de nuestras fronteras al choque de civilizaciones que se manifestó o para otros se inició el 11 de septiembre de 2001 con los hechos que todos conocemos.
En cuanto al Plebiscito Veracruz 2001 se perdió la oportunidad para realizar un proceso de formación cívica en el nivel básico, que mediante unidades de trabajo con información relativa a este instrumento democrático hayamos estado de acuerdo con él o no, hubiera coadyuvado para dotar a los alumnos del nivel mencionado de los cimientos para la generación de una nueva cultura política, acorde con estos tiempos. Desgraciadamente, lo anterior no sucedió o fue de manera mínima, quizás debido a la fecha (vacaciones escolares) o por falta de visión de los organizadores y las autoridades educativas.
En cuanto a la alternancia política que vivimos en estos momentos, son pocos los casos en que en los espacios áulicos se pueden dar respuesta cabal a cuestionamientos acerca de lo que es la transición a la democracia, la alternancia política, y otros conceptos que permean en los medios de comunicación y de los cuales la escuela como institución difusora de conocimientos no asimila aún, y en los casos en que ya lo ha hecho, es de manera parcial y confusa.
Y qué decir del llamado choque de civilizaciones en que ante el alud de información sobre los lejanos pueblos del Medio Oriente y del Islam, cada día nos damos cuenta, aunque algunos se resistan a ello, de nuestra ignorancia al respecto.
Existe el caso real en esta ciudad de que en un grupo del sexto grado algunos niños tomaron por asalto a su maestro al preguntarle respecto a los pasados sucesos de Nueva York ¿quiénes son los malos y quiénes los buenos?, ¿todas las guerras son malas?, ¿ésta guerra es justa?, ¿qué es el Islam?, ¿por qué México apoya a Estados Unidos?, ¿también vamos a ir a pelear nosotros?
Y qué decir de la posibilidad de un ataque de Estados Unidos a Irak, del cual leemos, vemos y oímos información a través de todos los medios de comunicación. ¿Qué pensarán los alumnos de V y VI grados de primaria y los de secundaria y preparatoria que en sus clases no se hable de ello, no se diserta, no se debata?.
Ante estos hechos, entre otros tantos, no podemos más que concluir que uno de los grandes retos de la educación al inicio de este milenio es lograr su contemporaneidad con la realidad social, política y económica que nos impacta, nos golpea, nos lastima y nos duele, por ejemplo: ¿por qué se tuvo que esperar tantos años para incluir el 2 de octubre en los libros de texto?, sobre todo, hoy que son llamados a cuentas algunos de los responsables que aún vieron y que tratan de salvar responsabilidades mediante subterfugios.
En cuanto a la escuela o educación formal, en relación a este tema nos permitimos proponer lo siguiente:
· Que la escuela se convirtiera, en primer lugar, en un espacio democrático y no reproductor de esquemas sociales donde priva la desigualdad, inequidad y a veces la discriminación
· Que el magisterio asuma o redoble su papel de agente de cambio con una nueva perspectiva, es
decir agente de cambio pero no idealista o mártir como se pretendió en los años cuarenta y cincuenta, sino un agente de cambio para la democracia, que pugne por tres aspectos:
1. Revisión permanente, a través de los consejos técnicos escolares o de manera personal de los contenidos programáticos, lo que le permitirá anticiparse a las modificaciones oficiales e introducir aspectos debidamente dosificados de hechos relevantes que suceden a cada momento
2. Información adecuada y objetiva en tiempo y con oportunidad acerca de procesos políticos (no únicamente las elecciones) a fin de autogenerar una nueva cultura política, crítica y participativa, no la cultura política tradicional y parroquial, que culminaba muchas veces en la subordinación y la intolerancia que se presentaba y se sigue presentando en todos los niveles sociales y políticos. Al respecto, debemos mencionar que en estos momentos existe la promoción de una nueva cultura política que se dirige a la reproducción de esquemas políticos caducos con una fachada renovada. Algunos estudiosos de la ciencia política le llaman incluso "cultura política light". Se debe a tener cuidado con ella y no confundirla con la auténtica
3. Un sistema educativo que se convierta en el generador de una nueva cultura política con la participación de sus alumnos de acuerdo a la actual etapa histórica y no para coadyuvar y mantener esquemas políticos e históricos ya superados
Estas propuestas conllevan una conciencia social e histórica por parte de los maestros. También conllevan riesgos laborales y sindicales. Afortunadamente existen ya muestras de una nueva cultura política en el magisterio y en sus organizaciones políticas y sindicales, donde han surgido corrientes con una nueva conciencia histórica muy ajenas a la oposición magisterial ya institucionalizada.

0 comentarios: