jueves, 27 de marzo de 2008

Resistencia Civil Pacífica

Si bien, el término resistencia civil pacífica (RCP) es conocido desde hace muchas décadas, en México es a raíz del debate nacional en torno al petróleo que ha cobrado vigencia al ser utilizado por la izquierda, tanto institucional como apartidista.

Y es precisamente, en estos días en que se ha constituido el Comité Nacional para la Defensa del Petróleo en el que se encuentran incluidos tres partidos políticos y numerosas organizaciones de la sociedad civil, que el concepto ha cobrado fuerza y ha pasado a formar parte del léxico común de todo ciudadano que se precie de ser progresista y dispuesto a defender lo que es de México.

Pero como sucede cotidianamente, el uso indiscriminado del término ha hecho que se amplíe su contenido y que rebase su origen literal, teórico y tradicional y que incluso se llegue a distorsionar, pareciendo que se cae en contra-dicciones.
De esta manera, el término, como ya hemos dicho, cobra fuerza y amplía su contenido y su carga social y política, llegando a conformar en los actuales escenarios políticos de México un movimiento social que constituye una expresión, que no la única, de la crisis política que vive el país, con una propuesta alternativa, en que se incluyen partidos, actores políticos, sindicatos, grupos de izquierda independientes, sectores que a veces parecieran ser de derecha y, en general, cualquier ciudadano que desee participar en la llamada defensa del petróleo, que se vincula, forzosamente, con la oposición y con la lucha política y enfrentamiento entre izquierda y derecha, como ya lo mencionamos en nuestro artículo anterior.

Podemos decir que en esta ocasión la RCP se ubica dentro de la izquierda y el centro-izquierda, cuestión que no sucede siempre, pues a veces también se presenta en la derecha. La resistencia, como un movimiento civil puro puede ser activo o pasivo, pero siempre será la respuesta a una política, programa o acción de un gobierno que trata de imponerse de manera unilateral y vertical.

La resistencia pasiva más que una agresión, es una defensa popular ante una acción gubernamental, mediante actitudes, acciones individuales y públicas, huelga de brazos caídos, no participación en actividades públicas, presencia de grupos en ámbitos oficiales cerrados y otros medios siempre desprovistos de violencia, por lo que constituye una inacción.

Esta inacción manifiesta el descontento, la inconformidad y principalmente el desacuerdo ante una medida específica. En este caso, la apertura de la explotación del petróleo mexicano a la inversión extranjera en áreas estratégicas.

La resistencia civil activa puede ser abierta o clandestina, pero alude a otras estrategias que pueden conducir a la violencia y en un extremo a un movimiento revolucionario.

La RCP es la expresión de la voluntad de la ciudadanía de no participar en hechos violentos o en conflictos armados. Varios elementos caracterizan a la RCP: es una acción colectiva y altamente organizada; sus participantes evitan, obviamente, la violencia; representa una congruencia entre el decir y el hacer; a veces, no es comprendida en su fondo y se estigmatiza; conlleva una ética social y política; y, debe incluir una propuesta de solución alternativa al eje que constituye su razón.

A la vez, la RCP implica una ciudadanía donde se suman valores como la dignidad, solidaridad, unidad en la diversidad, tolerancia, defensa de la identidad nacional y fortalecimiento de la cohesión social.

La resistencia pasiva hoy conocida como RCP tiene un antecedente notable en la estrategia política de Mahatma Gandhi, que la aplicó contra las fuerzas colonialistas inglesas en la India en 1913. Desde entonces esta resistencia pasiva se diferenció de la rebelión, y de la revolución. Otro antecedente es la resistencia francesa a las tropas alemanas que ocuparon la república gala durante la segunda guerra mundial desde el memorable 14 de junio de 1940 en que los soldados nazis marcharon sobre la avenida de los Campos Elíseos de París, hasta el verano de 1944 en que las fuerzas aliadas liberaron a Francia de la dominación alemana después del desembarco en Normandía.

El concepto resistencia civil pacífica se vincula directamente con los de oposición y desobediencia civil. La oposición, como bien se sabe es una actitud que se ubica dentro de la ley y en el marco de los elementos democráticos que las normas jurídicas conceden a los ciudadanos e implica una posición contraria a la que sustenta el gobierno, el partido gobernante y la mayoría de los actores de la vida pública. La oposición no busca derrocar a un régimen ni acabar al adversario, sino que señala críticas respecto a sus errores y presenta alternativas válidas, siempre en el marco de la ley.

La desobediencia civil, por su parte, es una manera de resistencia pasiva de un pueblo respecto a un gobierno ilegítimo, tiránico y oligárquico. Puede consistir en actos pacíficos de desacato a las disposiciones de la autoridad o del gobierno o al incumplimiento de los deberes legales que implica el Estado de Derecho en un caso o, en otro, la desobediencia civil conlleva una falta deliberada hacia las leyes. Sin embargo, la desobediencia civil no siempre se genera en contra de todo un gobierno, ya que puede ser contra alguno de sus actos o dependencias que se estima o percibe injusto o contrario a la sociedad o de un grupo o sector dentro de ella.

También, la RCP se vincula a los partidos, al liderazgo político, a los sindicatos, a los grupos marginados y, principalmente a la sociedad civil, siendo denostada y distorsionada por el poder. Su éxito depende en gran medida de la capacidad de convocatoria de quien la promueve y de la dimensión en que diferentes factores logran o permiten que la asuma la sociedad civil, más que los mismos partidos, es decir, en tanto el motivo interese a la ciudadanía, la RCP se ampliará y tendrá más adeptos y mayor fuerza.

En estos momentos, como decíamos al inicio de estas líneas el término que tratamos se aplica en otros escenarios diferentes a los de hace algunas décadas y muchas veces se critica que se asuma como una estrategia política eficaz, pues se cree que resulta contraria a los fines que se persiguen.

La RCP a la que en estos momentos se convoca no puede consistir en las mismas acciones de hace 70 o más años, pues los escenarios políticos y los factores de poder son totalmente diferentes, y ello obliga a realizar nuevas acciones de acuerdo a estos tiempos. Una característica de la actual RCP es que está convocada por el Frente Amplio Progresista que es expresión de una Convención Nacional Democrática e integrado por un partido de izquierda (al menos eso se dice) y dos que se mueven en el centro-izquierda, además de que está vinculada hasta esta etapa con los correspondientes representantes de esos partidos en el Congreso de la Unión.

Existen sectores en nuestro país que creen ver o estiman que la RCP resulta contraproducente y más que pacífica, la tachan de agresiva, peligrosa y desestabilizadora del llamado “orden social”. Sin embargo, también es cierto que grandes sectores populares no la asumen por falta de información y, lo que es peor, por temor a la represión que podrían sufrir al apoyar una causa popular, ya que el sustento de su familia depende de su empleo en el aparato oficial.

Un trabajo más amplio y profundo y de acuerdo al sendero que tome la actual RCP a la que se ha convocado en México permitiría afirmar si ésta ha llegado a conformar un movimiento social fuerte y articulado, que detenga la llamada reforma energética y lleve a buen término su propuesta alternativa. Estaremos pendientes de ello, pues como ya lo señalamos en otra ocasión, estamos ante un debate histórico donde se enfrentan la izquierda y la derecha, es decir, dos proyectos de nación, dos visiones del futuro de nuestro país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Más allá del ruido mediático, incluso ignorándolo, la pugna interna del PRD por la renovación de sus dirigentes, debería ser para todas las corrientes que conforman a la llamada izquierda, punto de partida para un tan necesario como amplio debate en torno al partido o partidos a que esta aspira le representen en el marco de la vida política institucional de nuestro país.
Si bien las baterías y reflectores se concentran en torno al proceso fallido de elección del partido del sol azteca, no puede hacerse de lado que este instituto político es apenas un instrumento más de las fuerzas progresistas y no el todo de la izquierda, como pretenden la mayoría de los medios de comunicación y la derecha hacernos creer.
El discurso de López Obrador en las tareas organizativas del movimiento social en pro de la defensa del petróleo, tiene este enfoque. Su llamado a organizarse bajo la premisa de una férrea convicción, disciplina y acatamiento al carácter pacífico de la resistencia frente a los embates del gobierno de Calderón y de las empresas trasnacionales, no está dirigido al PRD, como así lo interpretaran los reporteros que cubrieran la reunión del Comité Estatal de Defensa del Petróleo, celebrada en nuestra ciudad capital el pasado sábado. Es más, para quienes observáramos la composición del auditorio, no pasó desapercibido que la mayoría de los asistentes fueron militantes de Convergencia, del Partido del Trabajo y ciudadanos sin partido. Salvo Atanasio García Durán, los personajes más conspícuos del perredismo estatal brillaron por su ausencia.
Los destinatarios del mensaje del ex candidato presidencial, fueron todos los ciudadanos que de motu propio y de buena fe, como lo ha señalado José Agustín Pinchetti, “ni quieren posiciones, ni curules, ni remuneración, pero que si están dispuestos a correr el riesgo en un movimiento de resistencia civil, afrontando calumnias, descalificaciones e incluso represión”. Y así lo entendieron la mayoría de los asistentes, que en ningún momento hicieran referencia a sigla partidista alguna. Únicamente los representantes de los medios, poco informados o por consigna, pretendieron ver en el evento un acto de proselitismo perredista.
Sin embargo, el PRD y su crisis no dejan de ser referente obligado para la izquierda de este país. Mal que bien es el único partido que en la vida política institucional, aglutina a la mayoría de amplios sectores de las fuerzas progresistas. Lo que hoy le duele al PRD debe dolerle a toda la izquierda en su conjunto. De ahí la necesidad del debate a todos los niveles y en todos los foros; de un ejercicio autocrítico que coadyuve a hacer de esta dolorosa coyuntura, parte aguas en el proceso de renovación, unificación y fortalecimiento de la izquierda, y no pretexto para bajar la guardia, haciéndole el juego a la derecha.
Pero también la necesidad de sacar conclusiones de la experiencia vivida por el PRD a lo largo de sus 20 años de existencia. De una vez por todas debe considerarse que son muchos los llamados pero poco deben ser los escogidos. La fuerza de este partido no debería radicar en el número, alimentado corporativamente mediante el reparto de cuotas de poder. La verdadera fuerza debería sustentarse en la calidad de dirigentes y militancia, exigiéndose claridad y compromiso ideológico, honestidad y disciplina, que lo demás arribará por añadidura. En lo que toca al PRD, el discurso de López Obrador y las medidas organizativas adoptadas para la integración de las brigadas para la defensa del petróleo, son más que elocuentes.
Por cuanto a la descalificación por parte de los medios y de la derecha, debería valorarse en el seno de las organizaciones de izquierda en su justa dimensión. No ignorarlo pero tampoco sobredimensionarlo. El llamado “cochinero”, no es privativo del PRD ni de la izquierda. Baste señalar la relevancia del daño a la nación infringido por el salinato priísta; el cínico contubernio de Calderón y Mouriño con el poder económico y, más claro aún, el saqueo de que los mexicanos hemos sido víctimas a manos de Vicente Fox, su familia y sus más entrañables amigos y colaboradores. Estas expresiones de corrupción e impunidad, son algo más que el desaseo de una elección interna partidista, y nadie se rasga las vestiduras por ello.

Anónimo dijo...

La resistencia civil pacífica, en los tiempos actuales, carece del nacionalismo característico en los albores de los grandes sindicatos,
cuya consigna era pasada de voz en voz para realizar acciones de resistencia, capaces de detener la producción de la fábrica o alterar el ritmo del "orden social"
Hoy, vivimos momentos históricos importantísimos para nuestro páis al ser despojados por el Estado-Gerencia,de nuestras riquezas. Tenemos que generar nuevas formas de expresión para hacer publico nuestro descontento, sin que ello represente la represión o la alteración del orden y la ley.
Quizá las brigadas por la defensa del petroleo que hoy andan trabajando nos den la pauta para salir al escenario, vestidos con las mejores armas para contraatacar pacíficamente la guerra ideológica que se ha desatado para convencer al ciudadano de que el petroleo de nuestro país necesita de manos extrañas.
Quizá estemos ante la aprición de nuevos mahatmas,de nuevos superbarrios o de superpetrolines que desde el barrio, la empresa, la oficina, el campo manifiesten su descontento a la reforma energética del país.